Atención: se revelan detalles de la trama.
Ellos pulen la imagen. Hacen marketing político. Venden un porte, un concepto. El film acaba antes de que se celebren los comicios porque en el fondo ya no importa el acto electoral en sí, sólo la previa, las encuestas y los impactos mediáticos capaces de definir tendencias. (Ningún voto es realmente libre desde que nos gobiernan las encuestas. Habría que repensar todo el sistema, pero eso no es algo que podamos resolver acá). Es una cuestión de imagen, decíamos, y en Secretos de Estado (The Ides of March) abundan las reproducciones de Mike Morris (George Clooney). En la televisión, en las revistas, en los afiches, en el espejo, los íconos rebotan en un caleidoscopio en el que cada gesto se adivina ultra ensayado. La película sabe que se dirige a un espectador escéptico que ya no confía en las estampitas de campaña ni en los discursos de los candidatos, de allí que necesite anclar su apuesta en la palabra de un convencido: el joven (Stephen/Ryan Gosling) que sí dice creer en el proyecto del político. Deberíamos, supuestamente, sentir el conflicto moral a través de él.

¿Pero es ésa realmente la única opción que nos queda?
1 comentario:
The Ides Of March tiene un gran trabajo de puesta en escena y una bella construcción de los espacios que permanecen fuera de la visión del espectador, donde la realpolitik se juega como una partida de ajedrez. Ya desde el poster hay una visión duplicada de la realidad, una escisión entre lo que vemos y lo que no vemos como ciudadanos; Clooney quiere mostrarnos el fuera de campo de de ese gran teatro que es la política y para ello escenifica una elección primaria del partido Demócrata en Ohio, donde se definirá cual de los dos potenciales candidatos luchara contra los republicanos por llegar a la Casa Blanca y, por qué no, conquistar el mundo.
Cuando se corre el telón encontramos jóvenes entusiastas y militantes luchando por un candidato en el que creen genuinamente, aun ante las advertencias de los viejos cínicos que saben que creer, en un mundo como este, es absurdo. Toda película política implica un pacto fáustico y eso es exactamente lo que sucede: el joven prometedor se deja tentar por el diablo y todo el idealismo se va por el excusado. A partir de ese momento, la visión pesimista de Clooney sobre la dirigencia americana (tanto republicana y democrata) y sobre el futuro de su pais se hace demasiado marcada y va provocando en el guion fallas y costuras que hacen que todo caiga en la más trágica previsibilidad, como si el fervor por el mensaje final le hubiera quitado al director la oportunidad de comprender a sus personajes o permitir ambiguedades. Un elenco lleno de verdaderos talentos americanos (Paul Giamatti, Philip Seymour Hoffman, Marisa Tomei) le da entereza y verosimilitud a cada escena y es por eso que esos huecos o trampas argumentales recién se notan cuando uno deja la sala y comienza a pensar en lo que ha visto.
En algún punto sentí que la película se fue ahorcando a sí misma, que todo atisbo de espontaneidad o libertad cinematográfica fue raptada por el mensaje, que la rigurosa puesta en escena del inicio se fue volviendo sofocante sobre el final y que, donde pudo haber una gran película, quedo un panfleto desencantado y cínico sobre la realidad. Una verdadera pena ya que el talento de Clooney para sacar lo mejor de sus actores y construir el espacio de su película (una de las tareas más complejas de un director de cine) es admirable y habla de un gran talento para narrar no con dialogos sino con la camara, algo que es infrecuente en el cine americano.
Publicar un comentario