lunes, 5 de enero de 2009

"2009 será el año de las remakes"

Hoy, más que nunca, las productoras de la Meca del cine apuestan a lo seguro. Por eso, el panorama para esta temporada aparece salpicado de proyectos que rescatan títulos conocidos. Incluyendo algunos que ni siquiera fueron un éxito.

Por Toni García *

(fragmento)

La pregunta del siglo es: ¿qué es realmente una remake? No es que haya mucha teoría al respecto, apenas un puñado de artículos cuyos autores se ven obligados a recurrir una y otra vez a las mismas fuentes (empezando por Make it again, Sam, de Michael B. Druxman, el primer vademecum sobre el tema y que data de 1975). Quizás la teoría más conocida sería la de Thomas Leitch, que en su artículo La retórica de la remake, incluida a su vez en el que probablemente es el mejor libro sobre esta tendencia atemporal, "Dead Ringers: The remake in theory and practice" (de Jennifer Forrest y Leonard R. Koos), clasificaba las remakes en cuatro grandes grupos: los que readaptan una obra antigua con el propósito de actualizarla, los que además de readaptarla revisan o transforman parte de sus ingredientes, los que pretenden rendir homenaje al original y los que simplemente vuelven a hacer la misma película. Leitch traza así el retrato robot del espectador potencial de una remake: aquel que nunca oyó hablar del original; el que oyó hablar del original pero no lo vio; el que lo vio pero no se acuerda; el que lo vio, lo recuerda, pero no termina de gustarle; el que lo vio, le gustó y espera repetir... No hay duda: Leitch debe de ser el autor más leído por los grandes ejecutivos hollywoodenses. ¿Ausencia de malicia? Para críticos como Anne Shulock, lo malo no es sólo que los grandes estudios dejen de buscar historias sino que “oculten el origen de las que están adaptando”. Como ejemplo cita el caso del director español Alejandro Amenábar y su película Abre los ojos. “Roger Ebert, probablemente el crítico de cine más célebre de los Estados Unidos, no citó ni una sola vez al original español en su pieza sobre Vanilla Sky”, se quejaba Shulock. Las multinacionales del séptimo arte compran los originales y limitan su distribución, evitando mencionar –en muchos de los casos– el título del original e incluso su existencia. De esta forma se vende una película “completamente nueva”. Y si los críticos (encabezados por Ebert y Leonard Maltin) parecen ya bastante hartos de seguir la corriente, los creadores y banqueros no parecen tener excesivos problemas para justificarse: Joe Roth, productor de la nueva Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton, cree que “si eres capaz de que la película parezca fresca y puedes acercarte a la historia de una forma diferente, la remake es perfectamente aceptable”. Gus Van Sant, director de la nueva versión de Psicosis, afirmó que su versión “no es una remake, sino más bien un gemelo esquizofrénico del original”, mientras que Zach Snyder, realizador de El amanecer de los muertos (una nueva versión del clásico de George Romero) declaró que su visión era “una revisitación, una reinvención del original al que le agregué esteroides”.

* De El País de Madrid, especial para Página/12

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