lunes, 4 de septiembre de 2023

Metáforas que alivian - The Quiet Girl


Mi abuela Juana tenía refranes y remates para todo, una sabiduría popular imbatible asimilada en su crianza en España. Y cuando éramos chicos, a hermanas y primos alguna vez se nos podía escapar un eructo en la mesa, en esos primeros años en donde aún no habíamos aprendido a dominarlos. Pero antes de que deseáramos que nos tragase la tierra de la vergüenza, mi abuela nos atajaba diciendo: “Será una guarrería, pero descansa la caballería”. 

Y nos reíamos un poco, y también íntimamente le agradecíamos a Juana por el alivio que esa frase nos brindaba. La clase de metáfora que relaja la culpa sobre aquello que escapa a nuestro control, más aún cuando estamos creciendo. Una metáfora que sana. 


La nena de la película The Quiet Girl, durante su primera noche en un hogar ajeno, se hace pis en la cama, clara señal de nervios y ansiedad. A la mañana siguiente, la tía no puede evitar sorprenderse y hacer una exclamación al ver las sábanas mojadas. Pero enseguida abriga a la nena con la poesía de sus palabras: “Estos colchones viejos, siempre llorando”. 

La frase está en el relato original escrito por Claire Keegan, “Foster”, publicado en español con el título “Tres luces”. La transposición que hizo el irlandés Colm Bairéad es absolutamente hermosa. Porque se apoya en la elocuencia de la protección silenciosa y el respeto. Porque celebra la luz dorada de la mañana en la cocina. Porque es capaz de fundar un castillo de afecto sobre una galletita. La vi tres veces ya, quizás como antídoto para sobrellevar estos días de oscuridad.