viernes, 29 de septiembre de 2017

Hay que ir a ver ZAMA


La esparídisima nueva película de Lucrecia Martel es una obra fascinante. Hay que vivirla a pleno, con todos los sentidos, en una buena sala. Hay que ir a verla este fin de semana y ayudar a que permanezca en cartelera.

Y la verdad es que Zama se estrenó en una fecha ideal, ya que este domingo comienza la "Semana del Cine Argentino" y durante cuatro días las entradas para las películas nacionales en cartel costarán sólo 35 pesos. Los cines adheridos son los complejos Cinemacenter, Atlas, Cinemark, Multiplex, Hoyts, Showcase y Village, así como los Espacios INCAA (hoy Cine.ar) de todo el país y varias salas independientes. 

Para obtener más información sobre la Semana, pueden consultar el sitio del INCAA.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Me gritaron Negra


Gracias a esta entrevista a Lucrecia Martel llegué a 
este maravilloso video/poema/canción/
manifiesto político/gloria/liberación 
de Victoria Santa Cruz, disponible en YouTube.

lunes, 18 de septiembre de 2017

La hora secreta del cielo


Candela en mano, fui a la cocina abandonada.
Encendí el fuego. Busqué mi pavita y preparé mate.
Lo sorbí despacio, sentado en una banqueta ante la puerta de la cocina.
Era la hora secreta del cielo: cuando más refulge porque los seres humanos duermen y ninguno lo mira.
Tan despejado como el universo celeste estaba yo.
Pensé en Marta, sin pena.
El pasado era un cuadernillo de notas que se me extravió.

Antonio Di Benedetto - "Zama"

viernes, 15 de septiembre de 2017

127 horas, de Danny Boyle


de lo posible a lo probable/del
sueño a la realidad hay como
mares/platas nocturnas donde
animales de pico descarnan
formas mojadas con los jugos
del corazón/así/viajamos
del pecho al seco sol que dora
la maravilla/o existir

Juan Gelman   
Texto publicado en 2011

La película despega con jirones de un planeta hiperactivo y colorinche: un estadio de fútbol, una playa en temporada alta, una mezquita, el subte en la hora pico, las corridas de San Fermín, una manifestación política, Wall Street y muchas más imágenes superpobladas en donde transpira el hombre-masa. 127 horas (127 hours) cuenta la anécdota de un individuo que intenta huir de la alienada maquinaria global. Pero atención, advierte Danny Boyle: la tarea es complicada. La membrana cultural que moldea la subjetividad no es tan fácil de desmontar, y en la lógica social no sólo gira la rueda del capitalismo, sino también la vida de los otros, aquellos gracias a quienes estamos acá.

Aron Ralston aparece ya en el inicio apretujado entre bloques de mundanal ruido: multitudes afiebradas, logos de comercios urbanos, autos ansiosos por llegar al hogar. Un caos del que conviene escapar. De repente, en plena ruta hacia las montañas de Utah, el protagonista se estremece al cruzarse con alguien muy parecido a él, casi un doble que circula con un grupo de ciclistas. ¿Es la impresión de verse como parte del rebaño lo que lo aterra, o es que ni siquiera soporta la idea de "comunidad"? Aron tiene su lema: “Sólo yo, la música y la noche. Love it!”,  fanfarronea mirando a su cámara de video. Aunque, honestamente, con ese artefacto siempre encendido nadie puede pretender estar realmente solo, porque también está ese otro yo que busca perdurar, ser visible, ser relato y… ¿para qué volverse imagen si no es para exhibirla a los ojos de ese mundo del cual el hombre rebelde quiere desprenderse?

El film ya narró mil cosas y aún no salimos de la secuencia de créditos, en la que vale detenerse para comprobar que ningún elemento del montaje es gratuito o meramente decorativo. Desde el goteo de una canilla hasta las pinturas rupestres, pasando por el meteorito fundacional y los tambores de la banda sonora, todo se entrelaza con vértigo y coherencia aunque en un principio el estilo amenace con pulverizarse en superficiales parpadeos. 127 horas es un Boyle puro, festivo como siempre pero tal vez más filosófico que nunca, y hasta podría decirse que toda la película es un tratado sobre el video-clip, sobre lo que este género necesita para calar hondo más allá del roce sensorial y efímero. Y lo que necesita es anclar en un grito. Si la estética del clip se caracteriza por dar autonomía a cada uno de sus componentes en un desfile óptico donde lo único que importa es el instante (así como a Aron, hasta hoy, sólo le interesaba el ahora), la caída en la grieta empuja al personaje -y al film todo- a trascender el efecto fugaz para asumir un pasado y un futuro, tejiendo un trayecto subjetivo que justifique la voluntad de resistir. En su omnipotencia, la cámara podrá danzar y ser a veces soga, a veces pájaro o a veces Dios, pero siempre regresará al hombre atrapado para auscultar sus palpitaciones. Hay que hacer de ese aventurero una persona como cualquiera de nosotros. Hay que respirar por él. Hay que prepararse para lo inconcebible.

Si dirigir es una mirada, montar es un latido de corazón”, decía Godard, y aquí Boyle hace honor a la máxima con este carnaval terracota de dolor, nostalgia, desesperación, ensayo y error. 127 horas es un barroco batido en donde una canción burbujeante de Bill Withers convive con un macabro Scooby-Doo y estampidas de cine catástrofe, todo barajado en una mente que delira pero lo hace con la materia de una cultura específica. No es un detalle frívolo que Aron fantasee con una publicidad de gaseosa, porque así es como la televisión ha formateado nuestra percepción de la sed, de allí que el director juegue con eso, evidenciando la irrelevancia de las marcas ante la agonía de un hombre que sólo necesita que el producto cumpla su función. Aron podrá alejarse de los otros pero no de lo visual. Un crítico cuestionó sus recuerdos familiares al etiquetarlos como “momentos Kodak”. ¿Acaso el realizador no podría sugerir que Aron ya no puede diferenciar la memoria personal de lo fabricado por la televisión? Todo esto forma parte de la sensibilidad del presente. Es lo que nos identifica y por eso Boyle lo respeta. Su obra celebra el pop siguiendo la voluntad originaria de esta escuela, que implica transfigurar el lugar común para volverlo objeto digno de apreciación estética. Pero así como vivimos saturados por las imágenes uniformadas de los medios masivos, sigue existiendo en el hombre una puerta para lo inesperado, para el redescubrimiento de los otros y de la naturaleza (la exterior y la del propio cuerpo). Aquí es cuando Boyle se vuelve romántico, con un romanticismo genuino, decimonónico, no en la vertiente infantilona de Slumdog Millionaire. Jamás se lo había visto al realizador tan convencido de la belleza del mundo.

¿Cómo pudo Ralston hacer lo que hizo? ¿Lo logró gracias a la fuerza de la mente? Difícil saberlo. Algo del orden de lo sublime debió haberse infiltrado para llevarlo hasta el límite. Lo cierto es que, paralizado y escondido en el desierto infinito, el héroe queda reducido a (casi) nada. Autosuficiente como era, seguramente siempre creyó que podría vencer a las montañas. Una roca y el destino lo reubican en su justa medida en su relación con la Tierra. Ahora el hombre sólo sufre y ruega por que pase ese cuervo que representa su única compañía, y por esos quince minutos de sol que tiene cada mañana. Conoció el amanecer de pequeño. Lo vio con su padre desde una cumbre, con el horizonte bajo su control. Y ahora él está allá abajo en la cueva, deseando que el astro se digne a darle unos rayos de calor. Pero ante la brutal indiferencia de la naturaleza, al hombre sólo le queda el sí mismo y los artificios que pueda crear junto con otros hombres. Cuando Aron se libera, la primera señal  humana que encuentra es un dibujo indígena en las paredes del cañón, frente al cual él sonríe aliviado, como si esas pinturas ancestrales lo hubieran estado esperando desde siempre para darle la bienvenida. Es que mientras el arte persista, no habrá posibilidad de una isla.

jueves, 14 de septiembre de 2017

Comienza un nuevo Festival de Cine Alemán, en los complejos Village

Hoy comienza un nuevo Festival de Cine Alemán, una de las muestras más esperadas dentro del calendario cinéfilo porteño. Hasta miércoles 20 de septiembre, en las salas Village Recoleta y Village Caballito, se exhibirá una selección de las mejores producciones estrenadas en Alemania durante el último año, así como una muestra de cortometrajes  (“Next Generation”), una sección para toda la familia y una dedicada al género documental. En la tradicional función con música en vivo de un clásico del cine silente, la elegida este año es Varieté (1925), excelente película de Ewald A. Dupont (Alfred Hitchcock siempre la mencionó como una de sus películas preferidas).

Uno de los invitados a esta 17º edición del festival es Simon Verhoeven, director de Bienvenido a la casa de los Hartmann, la película más vista del año 2016 en Alemania. Dentro de la programación también podemos destacar Las manos de mi madre, de Florian Eichinger; Paula, de Christian Schwochow; El día más hermoso, de Florian David Fitz; y la última producción de Volker Schlöndorff, Regreso a Montauk.

Las funciones se realizan en los complejos Village Recoleta (Junín y Vicente López) y Village Caballito (Av. Rivadavia 5108). Para conocer todos los detalles sobre programación, horarios y venta de entradas, pueden visitar el sitio oficial del festival.

martes, 12 de septiembre de 2017

Ser buen alumno


"El aprender y el enseñar son actividades que se pueden hacer hasta el último suspiro. Incluso, la vida nos enseña a morir a cada instante, quieras o no. Hay que ser un buen alumno."

Julio Chávez

En una entrevista publicada hoy en el diario Página/12. (Ir al texto completo).

lunes, 11 de septiembre de 2017

Nueva edición del Festival CineMigrante, con entrada gratuita

Este martes 12 de septiembre comenzará una nueva edición del Festival de CineMigrante, una muestra que por octavo año consecutivo ofrece una selección de películas que aspiran a discutir y reflexionar sobre la movilidad humana en el mundo y los derechos de las personas migrantes. La muestra propone una programación con más de 70 películas provenientes más de 20 países del mundo, tres competencias (largos, medios y cortometrajes), tres secciones especiales y varias actividades y mesas de reflexión sobre la temática migrante. 

Todas las proyecciones que forman parte de la programación, las conferencias, mesas debates y encuentros tendrán entrada libre y gratuita. El festival se extenderá hasta el miércoles 20 de septiembre y tendrá como sedes al cine Gaumont, el Centro Cultural San Martín, el cine Cosmos, la Biblioteca Nacional, la Alianza Francesa y la Casa Nacional del Bicentenario.

Dentro de la Competencia de Largometrajes hay muchos títulos interesantes, entre los que podemos destacar los recientes trabajos de Avi Mograbi (Between fences, Israel/Francia), Pierre-Alain Meier (Adieu á l'Afrique, Suiza), Natalia Cabral (El sitio de los sitios, Rebública Dominicana), Tita  y Ernesto de Carvalho (Martirio, Brasil), Sylvain George (Paris est une Fete - Un film en 18 vagues, Francia), Tatiana Huezo (Tempestad, México) y Jakob Brossmann (Lampedusa in Winter, Austria/Italia/Suiza). 

La sección central de esta edición se titula “Las vidas negras importan” y se encuentra dividida en dos ejes. Un eje internacional denominado “Black lives matter. La construcción de la negritud”, que contará con una variada selección de películas documentales y de ficción entre los que sobresalen el film colombiano X500, de Juan Andrés Arango que habla de la juventud migrante, la violencia y la construcción de la identidad; el documental Generation revolution de Cassie Quarless y Usayd Younis (quienes estarán presentes en Argentina) que presenta a una nueva generación de activistas black & brown en Londres; Jackson, acerca de la práctica del aborto en la juventud afroamericana; la biopic Que Alá bendiga Francia, sobre la orígenes del rapero Abd al Malik, quien vendrá para acompañar las proyecciones del film; y  I'm not your negro, de Raoul Peck, basado en el manuscrito de James Baldwin que recorre la historia del movimiento afroamericano en los EE.UU.

El eje local de la sección, “Las vidas negras importan. La construcción de la villeritud”, se focalizará en la construcción del concepto desde el cine argentino, mostrando las emblemáticas películas Tiré dié, de Fernando Birri, y Crónica de un niño solo, de Leonardo Favio, a las que se suman Pibe chorro, de Andrea Testa, Umbral, de Claudio Perrin,  Guachines y Qué puede un cuerpo, de Cesar González.

Dentro de los invitados también hay que mencionar al cineasta norteamericano Billy Woodberry, que va a presentar una retrospectiva de su obra, donde no sólo se verán sus propias realizaciones sino importantes películas en las que él participó: Ashes & Embers, de Haile Gerima, donde Woodberry actúa, Red Hollywood, de Thom Andersen y Noël Burch, donde Woodberry es narrador, y Spirit of Rebellion: Black Cinema at UCLA, un documental que relata desde adentro las historias de los directores que formaron parte del Black Cinema.  

Para conocer más detalles sobre la programación sugiero visitar el muy completo sitio oficial del festival: www.cinemigrante.org

sábado, 2 de septiembre de 2017

En los bordes del poder


Por Lucrecia Martel*

"El deseo se va abriendo sus caminos como puede. Todo lo que nosotros hemos construido casi conspira contra el deseo, esa fuerza enloquecida. Lo que yo siento en común con las otras películas, que es lo que me interesa del mundo, son los personajes que están en los márgenes del poder, que no tienen el poder, son gente que está rasguñando los bordes el poder. O el mundo de las mujeres; lo que es fascinante de su mundo, y es una de sus virtudes, es cómo lograron armar su civilización mujeril en los márgenes del poder. Es muy fácil ver eso en la violencia de género. La violencia de los hombres es la incapacidad de manejar la frustración. En cambio nosotras estamos acostumbradísimas, si no se puede por aquí, nos vamos para el otro lado. Estamos muy acostumbradas a que por muchos lugares no se puede."

*Fragmento de una entrevista publicada en el diario La Nación (31/08/17). Ir al texto completo.