viernes, 4 de abril de 2014

Bafici 2014 - Inequality for all


Inequality for all (Estados Unidos, 2013)
Dirección: Jacob Kornbluth
Sección: Panorama 

Robert Reich, eje intelectual de Inequality for all, fue Secretario de Trabajo durante la primera presidencia de Bill Clinton. Es un hombre petiso, petiso de verdad, como el Francella de Corazón de León, a tal punto que provoca cierta ternura verlo llevar siempre con él un cajoncito-escalón que le permite alcanzar el atril cuando debe realizar una disertación formal. En sus clases en Berkeley la cosa es distinta: ahí Reich se mueve con soltura de un lado para otro y camina entre sus alumnos embelesados mientras proyecta estadísticas en una pantalla enorme. Es un profesor carismático y un divulgador entrenado, de allí que su afabilidad y su nítida oratoria constituyan el esqueleto de este documental dirigido por Jacob Kornbluth.

“An Unconvenient Truth for Economy” fue el rótulo esgrimido por la prensa al comparar este film con La verdad incómoda, la muy difundida película de Al Gore sobre el cambio climático. Ambas son, en cierta medida, películas-conferencia en donde el fluir estilo PowerPoint se impone en el montaje para ofrecer datos duros a través de tablas e infografías, una retórica que, si bien le aporta al relato un pilar empírico fundamental, al mismo tiempo parecería estar siempre a un paso de hundir al film en el expeditivo lenguaje del marketing. Por otro lado, los protagonistas de ambos documentales son ex funcionarios que trabajaron en el seno del imperio capitalista, y aunque ahora intenten contagiarnos con sus “reproches al sistema”, hay un background ineludible que nos ubica como espectadores en un piso de incredulidad importante. Nos piden una fe que hoy resulta aún más difícil en un imaginario dominado por "House of Cards" y la honestidad brutal de Frank Underwood, quien logra que un tipo como Reich luzca más ingenuo que Heidi y Laura Ingalls juntas.

Pero dejemos atrás el escepticismo, que en definitiva no sirve para nada. Los mensajes de estas películas son clarísimos: hay que cuidar el medioambiente y hay que defender el salario digno exigiendo una mejor distribución de la riqueza. ¿Cómo no vamos a adherir a estas consignas? ¿Dónde hay que firmar? El problema no es la propaganda en sí, sino la fragilidad política de su enunciación, pues se trata de productos que se ven obligados a hacer un recorte demasiado ostensible del material informativo con el fin de sostener el vigor de sus discursos. En este sentido, Reich quizás sea un poco más transparente que Gore, o al menos sabe admitir las frustraciones que lo llevaron a dejar la gestión pública. Desde el inicio establece que “el capitalismo puede generar cosas buenas”, aunque luego pregunta: “¿Cuánta desigualdad puede tolerar la democracia norteamericana?” Según él, la clave para salir de la crisis reside en recuperar el poder de ingresos que la clase media norteamericana tuvo alguna vez y que empezó a perder sobre todo a partir de los años ’70.

Es necesario luchar por los salarios y apostar por los sindicatos y la educación. Ok. Perfecto. De paso, sería bueno fantasear (ya ni siquiera pedimos realidad) sobre cuál sería el mínimo plan para hacer que el sistema -el capitalismo financiero al que Reich jamás desarticula en su raíz- comience a repartir la fortuna de ese 1% de la población que lo tiene todo (más allá del comodín del impuesto a las ganancias). Pero no. La propuesta del film, esencialmente descriptiva, se reduce a: 1) Hacer consciente al público de que existe un puñado de millonarios codiciosos que manipulan a los políticos. 2) Indignarse. 3) Hacer valer los derechos del ciudadano (consumidor). Y acá es cuando vale recordar a Alain Badiou: “Lo que a mí me interesa es saber si aún tenemos la capacidad histórica de actuar en el régimen de la idea y no simplemente según el régimen de la concurrencia y la conservación.”

No es que esperara algo demasiado diferente de la película, y por otra parte tampoco cabe pelearse mucho con Reich, cuya energía al fin de cuentas transpira buena voluntad. Sin embargo, Inequality for all no se hace realmente cargo ni de la pobreza, ni de la marginalidad, ni de esas vidas destrozadas que ya no van a poder reinsertarse nunca más, porque incorporar estas variables en el film pondría en evidencia los limitados alcances de su paradigma. Como máximo van a encontrar dos planos -sí, apenas dos- que muestran indigentes en la calle, imágenes que aparecen al inicio de la película, como para que los olvidemos pronto y confrontemos sólo con aquellos habitantes emprendedores que todavía tienen la oportunidad de pertenecer.

Al principio de este texto mencioné la baja estatura de Reich porque ése es precisamente uno de los temas de la película. En la primera secuencia, y a modo de presentación del personaje, el amigo de Clinton se sube a un Mini Cooper y dice que su auto le gusta mucho por su tamaño, porque le genera una sensación de identificación. Es un auto pequeño, sí, pero es precioso y muy moderno (no cualquiera, ¿no?) “Lo siento como si fuera proporcional a mí”, dice Reich, e insiste en esta cuestión de la proporción, ya que su film trata sobre lo contrario, aunque en el fondo no logra delinear ninguna idea disruptiva acerca de la inequidad económica. Y hoy no se me ocurre otro ejemplo mejor que Capitán Phillips para sentir en el pecho la hondura de esa brecha obscena. La desproporción absoluta. Cuerpos raquíticos frente a la salud de los otros, robustos. Una lancha diminuta frente a un barco carguero inabarcable. No hacen falta demasiadas cifras ni grandes alocuciones. Podría haber sido una película muda y aun así sería capaz de comunicar, solamente desde su contundencia visual, todo lo que Paul Greengrass buscaba decir sobre la desilgualdad en el mundo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena crítica, al terminar de verla me quedó una sensación ambigua que no sabía explicar y al leerla sentí que se aclaró el panorama. Lo mismo de Capitán Phillips, al verla me dió la sensación de que exaltaba la grandilocuencia del ejercito yanqui frente a unos pobres muertos de hambre de Somalía; aunque también es verdad que a Phillips se lo muestra como a un tipo de clase media de los que hablan en "Inequality for all" que vive con lo justo, haciendo cuentas, no pude verla como una especie de crítica de Greengrass. Es interesante que la hayas captado de esa manera, saludos.

Caro dijo...

Hola,

Muchas gracias por tu comentario. Sería bueno saber tu nombre.

Abrazo,
Carolina