miércoles, 31 de agosto de 2011

Palabras heridas


“La escala del horror se ha convertido en algo difícil de describir. ¿Cómo relatar eso sin banalizarlo ni contribuir al espanto? También las palabras están heridas de muerte. Los locutores de televisión dicen que alguien fue ‘levantado’ en vez de decir que fue secuestrado. Tenemos un doble desafío: combatir el horror y crear un espacio que no sea horror. No se puede combatir el mal sin prefigurar al mismo tiempo una esperanza.”

Juan Villoro
(En una entrevista publicada en la revista Ñ del diario Clarín. 13/08/11)

La imagen pertenece al film Secret Sunshine, dirigido por Lee Chang-dong.

martes, 23 de agosto de 2011

Fieles a la excepción


Por Alain Badiou *

"En la situación de crisis y de desorientación actual lo más importante es guardar las manos sobre el timón de la experiencia que estamos llevando a cabo, sea en el amor, en el arte, en la organización colectiva, en el combate político. Hoy, lo más importante es la fidelidad: en un punto, aunque sea en uno solo, hay que tratar de no ceder. Y para no ceder debemos ser fieles a lo que pasó, al acontecimiento. En el amor hay que ser fiel al encuentro con el otro porque vamos a crear un mundo a partir de ese encuentro. Claro, el mundo ejerce una presión contraria y nos dice “cuidado, defiéndase, no se deje abusar por el otro”. Con eso se nos está diciendo “vuelvan al comercio ordinario”. Entonces, como esa presión es muy fuerte, el hecho de mantener el timón hacia el rumbo, de mantener vivo un elemento de excepción, es ya extraordinario. Hay que pelear por conservar lo excepcional que nos ocurre."

* Fragmento de una entrevista publicada en el diario Página/12 (06/11/10). 


La imagen pertenece al film Los Marziano, de Ana Katz.

sábado, 20 de agosto de 2011

Raúl Ruiz (1941-2011)

“Un viejo refrán de Hollywood pretende que una cinta tiene éxito cuando el espectador logra identificarse al protagonista: es él quien conduce la acción, es él quien debe vencer. Yo creo más bien que en un film digno de ser visto uno debe identificarse con el film mismo, y no con uno de los personajes. La identificación debe hacerse con los objetos manipulados, con los paisajes, con los múltiples personajes, desdoblamiento este que sólo puede tener lugar una vez pasado, sobrepasado, el punto hipnótico. A partir de ese momento, uno se encuentra en otro film. Antes del punto hipnótico estamos delante de un espectáculo: las imágenes vienen a nosotros; ahora habría que decir mejor que las imágenes despegan del aeropuerto que somos nosotros, y se van volando hacia la película que vemos. Somos de repente todos los personajes del film, todos sus objetos, sus decorados; vivimos aquellas conexiones invisibles con la misma intensidad que la secuencia visible.”

Raúl Ruiz (en su libro Poética del cine)

jueves, 18 de agosto de 2011

Una cierta luz


"Abrir el diario a la mañana es como tomar una taza de veneno puro, o un vaso de ácido sulfúrico. ¿Por qué entonces no mirar la niebla, una hora del día, una cierta luz, fuera de la neurosis y la angustia? También eso es vida".

Federico Fellini
(En el libro. Yo, Fellini. Conversaciones con Costanzo Costantini).

La imagen pertenece a Amarcord.

miércoles, 17 de agosto de 2011

De los que pierden


“Nunca hice deporte, de ningún tipo. El deporte no me estimula, probablemente porque me falta por completo el espíritu competitivo. Tengo la tendencia a estar siempre del lado del que pierde, en cualquier ocasión.”

Federico Fellini
(En el libro Yo, Fellini. Conversaciones con Costanzo Constantini).

En la imagen: Giuletta Masina en Las noches de Cabiria.

sábado, 13 de agosto de 2011

La lógica implacable

Por Eduardo Grüner * (Fragmento)

Una vez más la violencia represiva y la guerra de clases se ha cobrado vidas en Jujuy, en la Argentina, en América latina, en el mundo. Vidas de pobres, vidas de sin-techo, vidas de trabajadores y superexplotados, vidas sufridas a cuyo sufrimiento sin fin –pero dispuesto a la lucha por sus derechos– ha venido a poner fin la barbarie combinada de la gran propiedad terrateniente, la voracidad asesina del Capital, la negligencia (si no la irresponsabilidad objetivamente cómplice) del Estado, el menosprecio clasista de una “justicia” privatizada, la indiferencia de los grandes medios de des-comunicación. Vidas que se restan de la vida, aunque se suman –por sólo recordar el último año– a las vidas de los aborígenes que pelean por su relación ancestral con la tierra, los militantes populares que luchan junto a los “tercerizados”, los desesperados ocupantes de terrenos donde construir la ilusión de una vida (y ya nos vamos cansando de decir que cada uno de esos episodios es un “punto de inflexión”, sin que parezca “inflexionarse” gran cosa). Vidas sin auténtica vida, a las que se les corta de un balazo la dignidad de luchar por otra vida. En tiempos en que la “corrección política” ordena por doquier emitir ondas de amor y paz, las andanadas de metralla contra los pobres que confiaron en esos mensajes están bien lejos de ser una “anomalía”: al contrario, son la voz de una Verdad que la “buena onda” puede ocultar por un rato, pero que tarde o temprano revienta como una pústula en la superficie. Es la Verdad eterna –no habría por qué temerle a esa palabra– que dice que mientras todo un “sistema” (económico, social y político, desde ya, pero también “cultural”, “moral”, “espiritual”) esté sustentado sobre la explotación de la mayoría y el descarte de los no-explotables, mientras eso siga ocurriendo, mientras esa sea la “estructura” y la lógica de fondo, en algún momento el Poder tendrá que poner el dedo en el gatillo. Porque los vencidos (como los llamaba Walter Benjamin, para no pasivizarlos con el mote de víctimas) tienen la mala costumbre de resistirse a su destino trágico. A veces, puede ser, lo hacen con torpeza, o imprudentemente. La desesperación desorienta, nubla la visión “táctica”. Tan “incorrectos” son. Y entonces hay que enseñarles educación a tiros. Aunque estemos en democracia: también en ella, a veces, se hace entrar la letra con sangre.

* Fragmento de un artículo publicado en el diario Página/12 (11/08/11). Ir al texto completo.

miércoles, 10 de agosto de 2011

The Robber, de Benjamin Heisenberg


Al hombre le gusta mucho correr. Maratones, sobre todo. También le gusta robar bancos. Más que gustos parecen adicciones, o esas cosas que uno hace porque no puede hacer otra cosa. Robar y correr se anudan y retroalimentan en imparable compulsión, como si escapar continuamente fuera lo único que le permite al hombre confirmar que tiene sangre en las venas. Así es Johann Retennberger, el protagonista de esta película inspirada en una historia real que cobró notoriedad en Austria durante los años 80, la típica extravagancia verídica que el cine no puede dejar pasar, menos cuando el personaje central invita a la propulsión incesante.

El realizador Benjamin Heisenberg sabe por dónde rumbear: el cine-elástico, el relato clínicamente controlado, las formas metódicas que limitan emotividades para responder sólo a la mecánica corporal del personaje, a su exterioridad. Cada pulsación de Johann debe salirse de su piel, debe objetivarse y medirse en cronómetros, en las curvas montañosas de un análisis cardíaco. Eludiendo los alardes acrobáticos, la cámara elige el compás elocuente, respeta la justa distancia con el protagonista y así consigue algunos travellings soberbios al mostrar sus carreras, como la secuencia en la cual Johann atraviesa diversos escenarios a velocidad de gacela, titilando en el paisaje, perdiéndose como una pincelada en plena hipnosis impresionista. Estos paréntesis gozosos justifican por sí mismos la visión de The Robber (Der Räuber, que se estrena en Argentina con el título Sin escape), pues no hacen más que recuperar la fascinación primitiva de la imagen en movimiento, la efervescencia plástica en estado puro, más allá de cualquier marco argumental.

En el centro del film, sin embargo, hay un ser que no puede resultarnos indiferente. Para seguir su aventura no es imprescindible comprender su psicología o su pasado ni sintonizar moralmente con su accionar, aunque sí es necesario para el espectador conectar de alguna manera con su mundo actual, con sus expectativas inmediatas, por más estrambóticas que éstas sean. Y esa conexión se torna ardua. The Robber quiere evitar la exaltación del “significado latente” y por eso se concentra en la sensualidad de la superficie, pero con este conductismo glacial el film paulatinamente nos aleja del latido esencial, humano.

La primera vez que vi la película, en el Bafici del año pasado, me pareció demasiado escuálida a nivel dramático, sensación que se repite en una segunda visión, así como se hacen evidentes los hallazgos visuales antes mencionados. Hay una escena que puede ilustrar cierta lógica maquinal que ahoga la narración: al terminar su segundo maratón, Johann cruza la meta y se derrumba totalmente extenuado (a diferencia del primer triunfo, celebrado con sonrisas). En esos instantes, por fin, el personaje deja su traje robótico para dar paso al sufrimiento, a la debilidad. Corte de montaje y el hombre ya está recuperado, trofeo en mano, buscando el próximo arrebato de adrenalina. El relato no se permite respirar y entre una situación y la siguiente uno se pierde la posibilidad de ver otra cara, otros matices del personaje en su relación con la meta, la deseada frontera por la cual él decide entregarlo todo. En una entrevista, citando al autor de la novela original sobre el famoso ladrón atleta, el director de The Robber señaló: “Martin Prinz había dicho desde el principio: el libro y también la película, tratan de la llegada”. Aunque esta declaración indique que a Heisenberg le interesaba la idea de la meta (¿existencial?), el film no profundiza en el símbolo y sólo propone la llegada más previsible, la que todos esperamos. Una película extraña, con un personaje vitalista en apariencia pero demasiado cerebral y cerrado como para movilizar en serio a quienes estamos de este lado de la pantalla. La clase de película que quema todas sus fibras en el camino para concluir sin misterio y con un rostro absolutamente pálido.

martes, 9 de agosto de 2011

Compaginaciones


"Que quede claro, de una vez por todas, que estar enamorado es un asunto personal que no concierne al objeto amado -ni siquiera si éste corresponde-. Se intercambian, incluso en este caso, gestos y palabras simbólicas en los que cada cual lee cuanto tiene en su interior y por analogía supone vigente en el otro. Pero no hay motivo, no hay necesidad de que los dos contenidos se compaginen. Se necesita un arte muy especial para saber aceptar e interpretar favorablemente esos símbolos, ilusionándose con que la correspondencia sea real."

Cesare Pavese ("El oficio de vivir")

domingo, 7 de agosto de 2011

Alturas


"Nunca estás a la altura de tus propios sueños. No es miedo a lo que diga la crítica o tu tía, es ante vos mismo, ante lo que soñaste: lo que deseaste hacer con aquello y lo que te salió. Aunque vengan muchos y te digan que estuviste muy bien, vos sabés lo que hubieras querido hacer y no te salió."

Alfredo Alcón

En una entrevista imperdible publicada hoy en el diario Clarín (07/08/11). Ir al texto completo.

La imagen pertenece a la película El ladrón de orquídeas (Adaptation), dirigida por Spike Jonze.

sábado, 6 de agosto de 2011

Periódicamente


Periódicamente,
es necesario pasar lista a las cosas,
comprobar otra vez su presencia.
Hay que saber
si todavía están allí los árboles,
si los pájaros y las flores
continúan su torneo inverosímil,
si las claridades escondidas
siguen suministrando la raíz de la luz,
si los vecinos del hombre
se acuerdan aún del hombre,
si dios ha cedido
su espacio a un reemplazante,
si tu nombre es tu nombre
o es ya el mío,
si el hombre completó su aprendizaje
de verse desde afuera.

Y al pasar lista
es preciso evitar un engaño:
ninguna cosa puede nombrar a otra.
Nada debe reemplazar a lo ausente.

Roberto Juarroz


La imagen pertenece a Messidor, interesantísima película de Alain Tanner vista ayer en el ciclo de la Lugones dedicado al realizador suizo.

miércoles, 3 de agosto de 2011

True North, de Steve Hudson


“En la vida aceptamos cosas que en la ficción consideraríamos inaceptables”.

J. M. Coetzee (“Foe”)

Uno, dos, varios hombres le hablan a la cámara haciendo un breve racconto de sus vidas. Son chinos que huyen de su país perseguidos por la miseria. No queda muy claro a quién le hablan, pero esa voz detrás de la cámara los presiona, les recuerda que deben “tener una historia” si quieren ingresar a Inglaterra. Algo así como un motivo, una justificación, un relato. ¿Algo que convenza o que conmueva a las autoridades de inmigración? La voz sin rostro (¿un traficante?) parecería estar personificando a un policía frente al cual los chinos ensayan un discurso “vendible”. Entonces la cámara se posa sobre una niña que no sabe cómo inventar una historia. Dice que su familia tuvo que ahorrar dinero para que ella pudiera escapar y ahora se ve obligada a trabajar. Dice que ella ya no tiene derecho a existir en China pues su mamá va a tener otro hijo. Pero este drama, su verdad desnuda, no alcanza. No entendemos por qué. Ella debe tener una historia. De nuevo, uno quisiera saber quién está ahí atrás, quién reclama una mentira. El dispositivo narrativo no explica con precisión en qué contexto los personajes vierten sus testimonios. Y la cuestión más llana, la más difícil de aceptar, es que esos seres le están hablando al espectador. Puede tratarse, simplemente, de una provocación, esa clase de trampas de la enunciación tan afines, por ejemplo, a un Michael Haneke. Por cierto, el cine tiene derecho a hacerlas.

Luego de este prólogo comienza la trama central de True North, film británico que se estrenó directo a dvd hace un par de años bajo el título A la deriva. Casi toda la acción se desarrolla arriba de una pequeña embarcación pesquera que representa el único sostén económico para un padre y su joven hijo. Están al borde de la bancarrota, y aunque la pesca se ha tornado un negocio imposible, el capitán se niega a desprenderse del buque, a pesar de los consejos de su hijo, que en el fondo añora una vida más sana para su padre. Una noche el barco atraca en un puerto de Bélgica y allí el muchacho recibe una propuesta: llevar a Inglaterra a un grupo de chinos, escondidos en la bodega. Y entonces ocurrirá lo que imaginamos. Y lo que no imaginamos, también. Con absoluta conciencia Steve Hudson apuesta a la hipérbole, al martillazo irrefutable, y justamente por esto la película fue cuestionada, rechazada sobre todo por su perfil de parábola “aleccionadora”, por sus aires de "castigo". Pero la lección fracasa cuando rezuma arrogancia, cuando se notan los piolines, tal como señalaba hace poco al comentar el film noruego Aguas turbulentas. En True North hay otra estrategia en juego, mucho más inteligente.  

¿Cuál es el límite de lo verosímil? ¿A partir de qué punto nos resulta imposible seguir creyendo en una ficción? ¿Acaso existe alguna divina proporción, un número de oro? ¿Por qué impugnar el artificio, entonces? ¿Y cuánto falta para que lo real termine superándolo todo?

El asunto es que todo lo visto en la película podría representar esa historia que la niña china finalmente logró inventar.

O no.

Cada día el mundo se supera a sí mismo en su oferta de estupor. Por eso, como ejercicio cotidiano, uno se resiste a naturalizar el horror. Pero hay ciertas noticias que me anonadan profundamente, que me anulan la palabra y la razón. Y luego el hecho se diluye, se mezcla con todo lo demás, tan solo una noticia olvidada entre tantas. True North también es una película más, entre tantas. Pero aquí hay un plus, pues esto es cine. Y el arte existe para amplificar el alarido, para que no dejemos de oírlo aun cuando la agenda mediática ya se haya fugado a otro puerto.


A la deriva (Reino Unido, 2006)
Título original: True North
Dirección y guión: Steve Hudson
Intérpretes: Peter Mullan, Martin Compston, Gary Lewis, Angel Li.
Editada por AVH

lunes, 1 de agosto de 2011

Alain Tanner en la sala Lugones


Este martes 2 de agosto comienza una retrospectiva dedicada al cineasta suizo Alain Tanner que se desarrollará hasta el martes 16 en la sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín. El ciclo trece largometrajes y dos cortos realizados por el director, todos ellos en copias 35mm enviadas especialmente por Swiss Films, a los cuales se suma un cortometraje-homenaje dirigido por Jacob Berger.

Dice Luciano Monteguado: “¿Quién es Alain Tanner? Las generaciones más jóvenes de cinéfilos seguramente lo desconocen y los más veteranos probablemente lo tengan un poco olvidado. Pero se trata, ni más ni menos, que de uno de los grandes cineastas europeos de la generación del ’60, un suizo que hizo suyo el ideario vital y libertario de Mayo del ’68 y que no lo abandonó jamás, desde que cuatro décadas atrás se llevó de aquí mismo, de Locarno, el Leopardo de Plata por su sorprendente ópera prima, Charles, mort ou vif (1969).” (En un artículo publicado en Página/12, desde el Festival de Locarno de 2010)

El detalle de las películas y los horarios puede consultarse en la web del Teatro San Martín.

En la imagen: La salamandre (1971), de Alain Tanner.