martes, 26 de julio de 2011

Karen llora en un bus, de Gabriel Rojas Vera


"¿Me pasas el saco?"

No deja de sorprenderme la fuerza inquebrantable que en el cine puede tener una brevísima línea de diálogo colocada en el momento justo. Un sólido remate verbal muchas veces puede salvar y justificar la visión de una película fallida, siempre y cuando esa frase suene natural y fluya sobriamente dentro de la escena que se está desarrollando. No me refiero aquí a las declaraciones ampulosas que suele prodigar el cine “con mensaje”, en donde generalmente el clímax se concentra en un largo parlamento pronunciado con gran virtuosismo actoral, como el operístico speech de Al Pacino en el final de Perfume de mujer. Tampoco me refiero a las frases emblemáticas recordadas por su inteligencia y porque son capaces de resumir en un enunciado todo el sentido dramático de una película, como el "Are you talking to me?" de Travis Brickle, o el "You can't handle de truth!" del Coronel Jessep. Todas estas son películas de alto perfil en donde la palabra ya viene resguardada por el eco mítico que representa la voz de la estrella. Es la magia que rodea a las palabras en el cine. Pero la vida es otra cosa.

En la vida, probablemente, la frase más importante no es la que más impacta sino la que más se repite. Para bien o para mal. Sobre esta idea el realizador colombiano Gabriel Rojas Vera construyó la estructura de su opera prima, Karen llora en un bus. Por suerte, el andamiaje del guión logra hacerse lo suficientemente invisible como para dejar que el relato discurra con gracia y afabilidad. El film narra la historia de una mujer (la excelente Ángela Carrizosa) que abandona a su marido y se empeña en forjarse una vida por sus propios medios, aunque esto implique lidiar con la indigencia, la vergüenza y la soledad. Rápidamente me encontré sumergida en el mundo de Karen y me aboqué a espiarla con absoluta transparencia y respeto, gracias a un realismo discreto que acompaña al personaje sin recurrir al miserabilismo, esa tentación efectista en la que suelen caer este tipo de ficciones, sobre todo cuando el autor se siente obligado a “sacudir” al espectador e imponer una denuncia social. No es el caso de esta película, que ante todo busca explorar la situación de la mujer en un sistema en donde sigue imperando el machismo, y sabemos que esto va mucho más allá de Colombia y de la modernidad.

La debilidad del film reside en algunos personajes secundarios (el esposo, especialmente) que se quedan en el estereotipo ya que parecen diseñados tan solo para ser funcionales a la evolución de la protagonista, y en este aspecto la película termina rozando algunos lugares comunes. Pero el riesgo del trazo grueso se debe a que el guión ha decidido retacear toda la información posible sobre la biografía de Karen, por lo cual ella es una suerte de página en blanco en donde todos los sucesos rebotan generando contrastes difíciles de prever: así como ciertas soluciones resultan facilistas, hay otras que consiguen reforzar la incógnita. No sabemos de dónde viene la protagonista hasta que el relato, de manera muy dosificada, ofrece algún dato a través de flash-backs. En todo esto se percibe la intención de universalizar el conflicto. Y dado que en la película abundan los silencios, las palabras cobran otro espesor, otra carga, ya sea porque se pronuncian con resignado automatismo (al pedir limosna, al vender servicios casa por casa), o porque representan ese castigo cotidiano que ya no se puede soportar. "¿Me pasas el saco?" Justamente allí, en esa fotografía en apariencia tan trivial y tan cliché, es donde se inmiscuye el potencial del cine, el perfecto contrapunto entre palabra e imagen: para revelar la necesidad de la diferencia ante la repetición que esclaviza.




Karen llora en un bus (Colombia, 2011)
Director: Gabriel Rojas Vera
Con Ángela Carrizosa, Juan Manuel Díaz, María Angélica Sánchez.
Film inédito en Argentina.

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