jueves, 18 de marzo de 2010

Cinco películas con Sergi López

No consigo recordar a Sergi López en una película mala. Es de los que eligen muy bien. De los que pueden componer a un osito cariñoso en una comedia romántica y mutar a lobo feroz en el siguiente papel, sin perder un gramo de precisión ni vehemencia. Cuesta asociarlo a un personaje típico porque realmente ha hecho de todo, aunque fuera de la pantalla tiene una cara de buenazo que raja la tierra.

El actor catalán vino a Buenos Aires para presentar el film Ricky, de François Ozon, dentro del ciclo "Les Avants-Premières", que comenzó hoy en el Patio Bullrich (ver el sitio oficial). Con un precio de entrada a 12 pesos, en esta muestra se exhiben a modo de anticipo once títulos franceses que podrían estrenarse durante 2010, además de un homenaje a Eric Rohmer con su película La rodilla de Clara. Dicen los que vieron los pre-estrenos que en general son de buen nivel, aunque lo que motiva este post se acerca a otra clase de programa: algo así como un atracón de Sergi López.


En un videoclub digno deberían poder conseguirse todos los títulos siguientes, que en su momento tuvieron distribución en salas.

Cinco imperdibles películas protagonizadas por él:

Western (Francia, 1997). Dirigida por Manuel Poirier, con Sacha Buondo y Elizabeth Vitali.
Un ruso y un español se conocen a la fuerza y terminan recorriendo a dedo la campiña francesa. Nino es bastante torpe y Paco es un poco más canchero a la hora de relacionarse, pero algo es seguro: ambos son automáticamente queribles. Muchos descubrimos a López con esta película, una road-movie tranquila y refrescante a la que dan ganas de subirse a caballito. Siempre habrá un próximo pueblo.

Una relación particular (Un liaison pornographique. Francia, 1999). Dirigida por Frédéric Fonteyne, con Nathalie Baye.
Sencillamente exquisita. Nunca olvidaremos aquella puerta que se cerraba orgullosa para dejarnos afuera, asfixiados por la curiosidad. El amor no puede entrar. Él y ella, dos extraños sin nombre, publican avisos en una revista y se citan en un bar con un objetivo claro: ir a un hotel para saciar sus fantasías sexuales. No vemos la intimidad, pero la anhelamos a medida que se repiten los encuentros. Lo que no estaba en los planes, sucede. Pura elegancia, puro deleite. La culpa la tiene Sergi, porque cuando sonríe nos quedamos sin defensas.

Harry, un amigo que te quiere bien (Harry un ami qui vous veut du bien. Francia, 2000). Dirigida por Dominik Moll, con Laurent Lucas y Mathilde Seigner.
El López más ambiguo de todos en una historia difícil de encasillar. De él no sabemos casi nada, sólo que un día decide enturbiar la rutina familiar de un ex compañero de estudios. Hay generosidad y hay veneno. La cámara sofoca y los rostros se tensan mientras él no hace más que gozar con sus confusas estrategias. Aires chabrolianos, cuestiones de clase, raíces insanas de una cultura en declive.

El cielo abierto (España, 2001). Dirigida por Luis Miguel Albaladejo, con Mariola Fuentes y María José Alfonso.
Película-abrigo, idealista y jubilosa, de esas que desatan los nudos más tristes incluso en el ocaso de un domingo. Sergi y Mariola Fuentes conforman una pareja hermosa e imposible: sus personajes no se parecen en nada y mucho les costará atemperar los prejuicios. Es un esquema bastante clásico, es cierto, pero no es tan común esta magia contagiosa, confirmando que cualquier fábula romántica puede funcionar cuando los actores están convencidos.

Negocios entrañables (Dirty pretty things. Reino Unido, 2002). Dirigida por Stephen Frears, con Audrey Tautou y Chiwetel Ejiofor.
Al ser raro y no apto para sensibilidades quisquillosas, este film nunca recibió la atención que merecía, a pesar de meterse con fibras urgentes como la inmigración ilegal en Londres, la explotación laboral y otros delitos indecibles. Lo interesante es cómo Frears evita la corrección formal que se suele prodigar a estos “temas importantes” para atacar con decidida brutalidad narrativa: ese infierno es lo natural para los personajes y ellos actúan con la lógica única de la supervivencia. López encarna a otro villano memorable (la cumbre en esta especialidad sería el Capitán Vidal de El laberinto del fauno) en una trama de miserias que parece no tener fondo, ya que siempre se puede caer más bajo, doblegando incluso al más tenaz de los verosímiles. Una película original y desoladora.

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