lunes, 19 de octubre de 2009

"Me tengo que ir. Se me hace tarde."

Carta de despedida a una ilusión
(Cuento de Manuel) *


¿Cómo se le escribe una carta a una ilusión? ¿Cuál es su dirección, qué piso, ciudad o continente? ¿Hay que mandarla por avión o alcanza el cesto de los papeles? ¿Debe tener estampillas? ¿De cuántos pesos?

Me tengo que ir. Se me hace tarde.

Te estuve esperando en todas las esquinas un montón de tiempo. Pero me doy cuenta. Las ilusiones no van a ningún lado. Ayer empecé a darme cuenta de la hora. Llovía, hacía frío y creo que yo mismo tenía los ojos húmedos. No por vos. Por el tiempo. Tenía un lugar guardado, allí vivías vos, ilusión. Pero hoy te echo de mi casa. Estoy empezando a necesitar espacio. A darme cuenta de que a vos no te hace falta.

Cada mañana fría me doy cuenta de que no soy millonario. Y que la muerte me va cobrando su pasaje en cómodas cuotas. Y al final, cuando lo tenga pago, me voy a ir pobre, sin un solo peso del lugar. Sin un centavo de esperanza.

Para ese momento quiero haber hecho una buena inversión. Un gasto que multiplique mi capital en sonrisas, en aire y en cosas. Todo el mundo sabe que las ilusiones no dan buenos dividendos.

El viejo Marx sabe entenderme. Y muchos otros colegas también. Ya no vuelvas a mirarme con tus ojos de ilusión. Mi casa ya no es tu casa. La magia ya no existe. La maté.

Y pobre de ella si resucita.

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* Este texto integra el libro Partes de Manuel (La verdadera historia de Manuel Mandeb), de Evita Evequoz. El personaje de Mandeb fue protagonista de muchos relatos de Alejandro Dolina, quien se inspiró en un amigo desaparecido en la dictadura, Manuel Evequoz. En este libro, Evita reconstruye la figura de su hermano a partir de testimonios de personas que lo conocieron.

El fragmento reproducido arriba fue publicado en forma de anticipo por el diario Crítica (18-10-09). Ir al artículo completo.

5 comentarios:

Andrea dijo...

Que final duro!... "La magia ya no existe. La maté"...
Genialmente duro.

Caro dijo...

El texto me parece muy bueno, pero es cierto que es demasiado duro. Es derrotista.

Pero el final que remarcás es interesante, porque el autor se hace cargo en primera persona de haber matado la magia. Es decir: aunque increpa a la Ilusión como si fuera una entidad autónoma, finalmente termina aceptando que él es el responsable de no poder conservarla. Él es quien le da vida o la deja morir.

Al menos la generación de Manuel supo lo que significaba la ilusión. Me pregunto si la nuestra tiene aunque sea una noción que se asemeje.

Yo creo tenerla y trato de nutrirla. Pero el mundo me hace sentir diariamente que es un esfuerzo vano.

Pero a no creerse la idea reaccionaria de que "nada cambia". Recordemos este gran artículo de Caparrós:

http://www.morirenvenecia.blogspot.com/2009/05/recuerdo.html

Abrazos

Andrea dijo...

A mi me pasa algo parecido con nuestra generación, a veces siento que está hundida en la playstation, en un boca-river...
No hallo mi lugar, donde llevar lo que anhelo...
Mi adolescencia cursó los noventa. No puedo sólo pensar en la música que nos dejó esa época y eso me desilusiona pero creo firmemente en lo que decís de tener ilusión y nutrirla como se pueda aunque el mundo nos diga lo contrario...

Saludos Caro!

mge dijo...

Es como el cuento ese del escritor que no podría escribir entonces un día convoca a su musa para inspirarse y la musa llega, y él la mira y no pasa nada, hasta que la musa le dice: "bueno, a trabajar"

Hay que hacerse cargo, como el autor. No queda otra que implicarse. Tampoco hay que creerse el verso de que lo podemos todo, porque conceptos como "todo", "nada", "perfección" o "absoluto" son palabras bastardeadas por esta época en la que prima el dualismo infantil imaginario. Todo no se puede, algo sí. Doy fe de ello.

Difícilmente podamos considerarnos humanos si no tenemos un proyecto. Vayamos de a poco y pongámonos metas accesibles. La lentitud y la constancia son virtudes que hoy por hoy están mal vistas. Todos los caminos empiezan con el primer paso.

Caro dijo...

¡Muy bueno, Martín!

Se trata de pensar en perspectiva.