jueves, 18 de junio de 2009

Criticismos

Hace unos días, a partir de un post sobre Luis Buñuel y su idea del amor, Martín dejó este comentario: “A veces me parece que de tan autoconscientes que somos perdemos espontaneidad para poner en juego el sentimiento que sea”.

Estoy de acuerdo. Damos vueltas y mil vueltas y perdemos la espontaneidad. Por miedo. No tengo dudas de que el motivo más íntimo es el miedo. Deberíamos recordar con mayor frecuencia lo que canta Ana Belén en Qué pena: “Dejar de pensar… y al final jugar solo por jugar”.

A propósito, va esta reflexión del filósofo español Eugenio Trías:


“¿Hay algún valor con el cual pueda sentirme identificado? ¿Existe algún papel en el cual pueda reconocerme? Nuestra sociedad, nuestra cultura, nuestra edad celebra la devaluación sistemática de todos aquellos valores que en otros tiempos eran venerados y creídos. Hoy sabemos que todo valor es invención. Conocemos el mecanismo que hace posible la proliferación de creencias. Hoy no creemos ya nada, quizás porque conocemos demasiado. Vivimos una edad hipercrítica que paga cara su lucidez: bloquea toda certidumbre en una norma de vida. Nuestro criticismo nos impide creer. Desmontamos críticamente la creencia, incluso llegamos al extremo de desmontar críticamente la lucidez, la sabiduría, la propia crítica. Desde la lucidez, desde la sabiduría, desde la crítica. Escépticos respecto de nuestro propio escepticismo, críticos de nuestro criticismo, nos sumergimos en una actividad sin espejos que se miran. Pronunciamos, pues, un credo quia absurdum que se contabiliza en términos de actividad. Incluso de activismo. Ahora mismo, yo estoy escribiendo esto. ¿Por qué, para qué, en razón de qué? Creo que es también una forma de solapado activismo”.

Eugenio Trías, en Drama e Identidad.
Ediciones Destino, Barcelona, 1993.


(La pintura es de René Magritte)

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