
Pero nada nos marca tanto como la primera desilusión. Del hecho de procesar o no el impacto de esa estocada inicial puede depender toda la vida afectiva de una mujer. En su adolescencia Simone estaba fascinada con su primo Jacques. Él es el hombre que atraviesa la primera parte de su autobiografía, “Memorias de una joven formal”. Eran amigos, confidentes, compinches. Jacques tenía también su costado esquivo, opaco, triste, y Simone se creía la elegida para salvar a su primo de la perpetua melancolía. Pero nunca tuvo la posibilidad de actuar como la mujer maravilla. Más bien le llegó la hora de abrir los ojos y asumir que en esa hermosa película romántica ella apenas tenía un papel de reparto. Un día comprobó que Jacques tenía otra relación, una chica llamada Magda, con quien había estado durante años sin que Simone se atreviera a percibirlo.
Simone tuvo que aceptarlo: él simplemente no la quería.
Así lo cuenta:
Al día siguiente, sin embargo, me desperté al borde del llanto. "¿Por qué Jacques escribe a los demás y nunca a mí?" Fui a Sainte-Geneviéve pero renuncié a estudiar. Leí La Odisea "para poner a toda la humanidad entre yo y mi dolor particular". El remedio fue poco eficaz. ¿En qué estaba con Jacques? Dos años antes, decepcionada por la frialdad de su recibimiento, me había paseado por los bulevares reivindicando contra él "una vida mía"; esa vida, la tenía. ¿Pero iba a olvidar al héroe de mi juventud, al hermano fabuloso de Meaulnes, predestinado a "cosas increíbles" y acaso marcado, quién sabe, por el genio? No. El pasado me poseía: ¡yo había deseado tanto, y desde hacía tanto tiempo llevarlo todo entero conmigo al porvenir!
Volvía a empezar a andar a tientas entre nostalgias, esperas, y una noche empujé la puerta del Stryx. Riquet me invitó a su mesa. En el bar, Olga, la amiga de Riaucourt, conversaba con una muchacha morena envuelta en pieles plateadas, que me pareció muy bonita; tenía un pelo muy negro, un rostro agudo de labios escarlatas, largas piernas sedosas. En seguida supe que era Magda. "¿Tienes noticias de Jacques? –decía–. ¿No ha pedido noticias mías? Ese tipo se mandó mudar hace un año y ni siquiera pregunta cómo estoy. No estuvimos ni dos años juntos. ¡Qué mala suerte tengo! ¡Ese animal!" Yo registraba sus palabras pero en el momento apenas reaccioné. Discutí tranquilamente con Riquet y su banda hasta la una de la mañana.

¡Cómo me había cegado y cómo me mortificaba! Las neurastenias de Jacques, sus desganos, los atribuía a no sé qué sed de imposible. ¡Qué estúpidas debieron parecerle mis respuestas abstractas! ¡Qué lejos estaba de él cuando me creía tan cerca! Sin embargo, había habido índices: conversaciones con amigos alrededor de disgustos oscuros pero precisos. Otro recuerdo se despertó: yo había visto en el auto de Jacques, sentada a su lado, a una mujer morena demasiado elegante y demasiado bonita. Pero había multiplicado los actos de fe. ¡Con qué ingenio, con qué empecinamiento me había engañado! Yo sola había soñado esa amistad de tres años; hoy me aferraba a ella a causa del pasado y el pasado no era sino mentira. Todo se derrumbaba. Tuve ganas de cortar todos los puentes: querer a alguna otra persona o partir al fin del mundo.
Y luego me regañé. Lo falso era mi sueño, no Jacques. ¿Qué podía reprocharle? Nunca había jugado al héroe ni al santo y a menudo me había dicho mucho mal de sí mismo. La cita de Jouve había sido una advertencia; había tratado de hablarme de Magda: yo le había dificultado la franqueza. Por otra parte, hacía tiempo que yo presentía la verdad y que hasta la sabía. ¿Qué chocaba ella en mí salvo viejos prejuicios católicos? Me tranquilicé. Me equivocaba al exigir que la vida se conformara a un ideal establecido de antemano; era yo quien debía mostrarme a la altura de lo que ella me aportaba. Siempre había preferido la realidad a los espejismos; terminé mi meditación enorgulleciéndome de haber tropezado contra un acontecimiento sólido y haber logrado salvarlo.
Simone de Beauvoir (“Memorias de una joven formal”)
1 comentario:
Simplemente hermoso
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