miércoles, 27 de marzo de 2019

La ventana, de Carlos Sorín


La imagen es poderosa: una botella de champagne permanece guardada en una bodega a la espera de esa ocasión especial para descorcharla. Pasan las décadas y la oportunidad no llega nunca. O llega cuando es demasiado tarde, como le sucede a Antonio (Antonio “Taco” Larreta) en La ventana, un anciano que adivina su ocaso y lo único que desea es brindar con su hijo (Jorge Diez), a quien no ve desde hace muchos años. El hombre sabe que el champagne ya perdió todas sus burbujas. La vida se le escapó y él fue incapaz de presentir los momentos privilegiados. O será que sólo es la cercanía de la muerte lo que permite distinguir esas señales de lo trascendente, camufladas entre la maleza de lo cotidiano.

Para rodar su nuevo film, Sorín decidió estacionar la cámara y abandonar las rutas argentinas que enmarcaron sus ficciones desde Eterna sonrisa de New Jersey (1989) en adelante, una serie de películas de viaje entre las que Historias mínimas sigue siendo la más redonda y recordada. Ahora la acción se concentra en un único espacio y narra un episodio que transcurre durante unas pocas horas: un viejo escritor experimenta sus últimas epifanías metafísicas mientras se despide del mundo en su casa de campo. Labrada a partir de silencios, miradas y tiempos íntimos, La ventana se intuye como un emocionado chapeau! del director a artistas (Visconti, Carver, Chéjov) que lo inspiraron en su carrera, empezando por Bergman y la emblemática Cuando huye el día.

Si la película no consigue despegar del todo, no es tanto por esta impronta derivativa (hay homenajes pero también una historia muy personal), sino por su indeterminación para elegir un tono dramático que se ajuste al palpitar de la anécdota. Al principio, ensaya la fábula nostálgica basada en los recuerdos de Antonio. Luego, la irrupción humorística de Luis Luque parece volcar el asunto hacia la comedia. Ninguna de estas vetas termina de asentarse cuando el relato ya está embarcado en un ritmo calmo y contemplativo, hasta que al final vuelve el absurdo con el personaje de Carla Peterson. No se trata de impugnar la convivencia de estas diversas cuerdas dentro de la obra, pero el problema es que la narración las esboza sin convencimiento, como hilos sueltos que la trama no logra enhebrar con naturalidad, lo que en ciertas escenas impide la plena inmersión del espectador en la atmósfera psicológica del film.

En cambio, cuando el director deja los amagos dubitativos y apuesta a la introspección, la película depara momentos que no reclaman mayor explicación que su bella elocuencia visual y sonora, como la metáfora de la botella sin abrir, o las notas tristes emitidas por ese piano desafinado que nadie volvió a tocar desde que el hijo músico se fue de la estancia. O el hecho de asomarse a la ventana para confirmar que lo único que queda por delante es un desierto dorado y precioso.


*Este artículo fue publicado originalmente en el diario Crítica (12/03/09)

La ventana puede verse completa en YouTube.

2 comentarios:

Martín dijo...

En primer lugar, excelente el blog, brinda excelente lecturas y da paso a la reflexión que convella un hecho artistico de la trascendecia de una pelicula como "La ventana". Escribo, no para estar en desacuerdo con la crítica que se le hace con respectos a los géneros, sino para dar otra lectura sobre los mismos. Coincido con el señalamiento de los diferentes tonos o estilo que transcurren en el film. Simplemente que no los vi como ensayos tímidos, muchos menos dubitativos... Muy por el contrario yo sentí que estaban puestos con precisión de cirujano. El tono que aporta Luis Luque, no es cómico, es tragicomico. No olvidar que su participación termina con una "amenaza de muerte". Su cuerpo le está pasando factura por algo que sólo el sabe que es... Y lo absurdo en Carla Peterson nos habla directamente de lo absurda que se puede volver nuestra vida cuando estamos egoistamente pendiente de nuestros logros personales, de la comunicación fallida que existe en el mundo actual. Y aplaudo el tiempo que sostiene Sorin ese plano conjunto entre los dos personajes, tan cerca y tan lejos... es un plano doloroso. Creo de cualquier manera, que el poder de "La Ventana" vive en el concepto con el que fué concebida, según lo dicho por Sorín: una pelicula a ser construida por el espectador. Por eso, repito, no estoy en desacuerdo con la crítica, simplemente quería contar cuál fué la ventana por la que yo miré la pelicula. Saludos, felicitaciones y gracias!

Caro dijo...

Gracias a vos, Martín. Podés estar en desacuerdo, ¿por qué no? Lo que comentás en cuanto a los diversos tonos de La Ventana es interesante. Creo que Sorín fue consciente al ensayar esas perspectivas contrastadas para pintar el extrañamiento que representa la idea de la muerte. Sospecho que lo que me pasó a mí, supongo, es que ese vaivén dramático terminó por distraerme. Abrazo.