viernes, 27 de marzo de 2009

BAFICI 2009 - Primera parte

El Bafici acaba de despegar. Mientras los tiempos y las cualidades perceptivas lo permitan, intentaré esbozar algunas ideas, impresiones y sensaciones sobre algunas de las películas -no todas- que estoy viendo en el festival. Los invito a comentar o recomendar los títulos que hayan visto.

La jornada del jueves arrancó con una película made in Indonesia, El chanchito ciego que quiere volar (Blind pig who wants to fly), que integra la Competencia Internacional aunque el título suene más apto para el Baficito. Protagonizado por un dentista ciego que revisa a sus pacientes sólo con el tacto (¿¡!?), el relato se presenta muy fragmentado, sin conflicto definido, con un vaivén de flujos temporales y personajes con parentescos poco claros. Hay surrealismo, absurdo y retazos de actualidad que irrumpen en imágenes de archivo, mostrando sucesos violentos de la historia de Indonesia (todo es bastante impreciso). No falta el touch perverso y supuestamente “arriesgado” con una escena sexual descolgada cuyo feísmo contrasta con la estilización general del film (el director Edwin tiene buen pulso para la composición de los encuadres; la escena mencionada sólo puede entenderse como necesidad de escandalizar). Pero es difícil enojarse con una película que juega una y otra vez con una canción pop como hermoso energizante: se trata de “I just called to say I love you”, de Stevie Wonder, que uno no se cansa de escuchar y tararear íntimamente aunque suene más cinco veces durante la proyección. El núcleo de la trama parece ser la pregunta por la identidad, pero no hay en el film mayor hondura que un reciclaje posmoderno (con ecos de Tsai Ming-liang, Apitchapong y otros) para dibujar superficialmente el enjambre cultural que acarrea la globalización. Lo dijo con tino mi colega y amiga Silvina Rival al salir de la función: “Hace unos ocho años una película de esta línea todavía resultaba novedosa. Hoy ya no”. Totalmente de acuerdo. Es un producto concebido para festivales.


Pasemos de las ínfulas a la sencillez. Dirigida por Peter Sollett, Nick & Norah’s infinite playlist es un burbujeante raid por una Nueva York nocturna. Una suerte de cruza adolescente entre Después de hora y Buscando desesperadamente a Susan. O de cómo conservar la sensatez en un planeta que puso el amor patas para arriba (bueh, como si alguna vez hubiera estado derechito). “Ustedes no saben lo difícil que es ser heterosexual en esta época”, le dice Nick a sus amigos gays, que no entienden por qué el tipo es tan sensible y lleva un año llorando por la ex novia. Norah también está fuera de frecuencia: es hermosa, pero demasiado inteligente como para ser deseada por tanta muchachada diletante sólo pendiente del Facebook. La música hará que chico y chica se conozcan. Amena y graciosa, la película quizás no tenga grandes hallazgos cinematográficos pero sí permite a sus protagonistas descubrir la belleza del gesto sereno y el sentido común. Antes de arremolinarse y perderse en un entorno cada día más acelerado y banal, Nick y Norah (encantadores Michael Cera y Kat Dennings) eligen aceptar su desfasaje, y es esa rebelión lo que los vuelve únicos, atípicamente terrenales.

Quedémonos un rato en la misma ciudad dado que allí transcurre The pleasure of being robbed, de Joshua Sadfie, fábula de una joven que se dedica a robar lo que sea y cuando sea, de puro gusto nomás. Eléonore (Eleanore Hendricks) roba uvas, carteras, autos, pero no es pobre: tiene un lindo departamento y aparenta ser estudiante universitaria. La anécdota se agota pronto porque no hay espesura dramática ni marco verosímil que la sostenga. El atisbo del pathos llega demasiado tarde, cuando de la película quedan apenas sensaciones, que no pasan tanto por la trama sino por el paisaje. Nueva York vuelve a ser un lugar fascinante: la cámara bien podría haberse dedicado a registrar sólo sus sonidos, colores y compases, y por ese camino hubiéramos tenido una obra mucho más interesante que el poco inspirado cuento de la cleptómana. De todas formas, me dejó pensando en la idea del personaje errante, figura característica de la narrativa contemporánea. La protagonista tiene sus necesidades básicas satisfechas y, sin embargo, lleva una rutina de vagabunda; y además de robar, tiene una irrefrenable curiosidad por hurgar en la vida de los otros. ¿Es que la suya está vacía? Es probable, aunque el film ni siquiera llega a las puertas de esa reflexión. Eléonore es una criatura concebida desde la absoluta soledad, sin familia, ni referencias, ni perspectivas, ni contexto certero que la construya como persona. Es como si Nueva York y el presente fueran meras abstracciones. Lo mismo sucede con las protagonistas de la película que vi inmediatamente después, por eso el paralelo me llamó tanto la atención.


En Derrière Moi el escenario es una Québec que no tiene nada que envidiarle al paraíso. Sin historial ni meta (cierta pulsión clásica aún me obliga a creer que ésos son los rasgos que todo personaje debe patentar), Betty (Carina Caputo) parece estar de vacaciones. Firme, glamorosa, observadora, la joven un día conoce a la adolescente Léa (Charlotte Legault), con quien entablará una amistad signada por la iniciación en la sexualidad. No se puede negar que el abordaje del realizador Rafaël Ouellet es intrigante y sensual, sobre todo al comienzo, con un montaje que ensambla detalles de bellos cuerpos femeninos en sintonía con una música perfecta. Un estilo que sutilmente narra el vínculo homoerótico, aunque por momentos no puede esconder su artificialidad. Porque cuando nos detenemos a pensar quién es la tal Betty (así como en el film anterior nos preguntábamos quién era Eléonore), comprendemos que hay muchos elementos del relato que no cierran, y que se trata de personajes unívocos maquinados por el guión y no de seres tendientes a lo real (o a la empatía, o al mínimo sostén de una ficción). Por más que la película intente explorar una problemática delicada de gran actualidad, tengo la impresión de que nos deja fuera. El mundo que pinta debería ser el nuestro, pero el film es tan etéreo y calculado que termina volviéndose ajeno. Es todo un tema, ¿no? Quiero decir: ¿cuál será el límite para establecer la justa distancia estética? Es un dilema eterno y me lo pregunto sabiendo que la respuesta es imposible. O que tal vez sólo la tengan los genios.

Por supuesto, queda muchísimo más para ver y discutir.
Nos reencontramos pronto
.


Películas comentadas:

Blind pig who wants to fly (El chancho ciego que quiere volar), de Edwin (Indonesia, 2008) – Sección: Competencia Oficial Internacional
Nick & Norah’s infinite playlist (La lista infinita de canciones de Nick y Norah), de Peter Sollet (EE.UU., 2008) – Sección: Panorama
The pleasure of being robbed (El placer de ser robado), de Josh Safdie (EE.UU., 2008) – Sección: Cine del futuro
Derrière moi (Detrás de mí), de Rafaël Ouellet (Canadá, 2008) – Sección: Competencia Oficial Internacional

5 comentarios:

Andrés dijo...

A mi tampoco me gustó mucho The pleasure of being robbed. Está bien filmada, la piba es querible y demás. Pero como decís, la anécdota se agota pronto y el director mantiene a una distancia ambigua, que no juzga pero reflexiona.

Y ya que invitás a recomendar, recomiendo: Elle veut le chaos, de Denis Côté, y, sobre todo, René, excelente documental de Helena Trestiková.

Saludos

Andrés dijo...

"Que no juzga pero tampoco reflexiona". Eso fue lo que quise decir. Me morfé el tampoco.

Más saludos

Flavia dijo...

Hola caro!
Fui a ver el film iraní: "Be calm and count to seven". Es una historia sencilla pero bien narrada, con componentes fotograficos a mi entender muy buenos. No se detiene en detalles argumentativos sino que aproxima al lector a un desconocido escenario que será quizá la voz que con mayor claridad insinúe el porqué de los hechos que se suceden.
El doble subtitulado (Ingles y Español) distrae un poco pero se tolera.
"Ten calma y cuenta hasta siete" a mi criterio es Buena.
saludos

Andrés dijo...

Vuelvo porque ayer vi Derrière Moi, hasta ahora lo peor que encontré en el festival. Coincido con tu planeo sobre cuál será el límite para establecer la justa distancia estética. Yo tampoco tengo la respuesta, pero creo que el director ni siquiera se planteó la pregunta.

Saludos

Nelson dijo...

Buenas. Ayer vi Derriere moi en BAFICI, y quiero conseguir su banda de sonido, en especial una de las primeras canciones que se escuchan en el film, una canción rock electrónica de algún cantante o banda canadiense o francesa, que se escucha cuando las protagonistas se encuentran a oscuras bajo algunas luces tomando un trago. Quisiera saber el intérprete y el título de la canción, si lo sabés y me ayudás, te lo re adradeceria! No sé por donde más buscar esa info. Gracias!