martes, 13 de mayo de 2008

Lo que perdimos en el camino, de Susanne Bier

Lo que perdimos en el camino (Things we lost in the fire, 2007).

Estreno directo en DVD, editado por AVH.

Las historias de amor que narra la danesa Susanne Bier siempre se gestan entre los escombros de un hecho profundamente traumático: antes de asumir la pérdida, el amante reclama un cuerpo sustituto en quien depositar el deseo. Es como si el inicio del duelo requiriera un escalón previo en donde un tercero debe intervenir para convertirse en blanco de la negación, la furia y la tristeza... un tercero que se enamora y sufre, inevitablemente.

Recordemos: en la extraordinaria A corazón abierto (Open hearts, 2002), una joven es testigo de un accidente que deja a su novio postrado en un hospital. Sumido en la angustia, él la rechaza y ella busca el abrazo en el médico que atiende al muchacho. En Hermano (2004), una mujer cree haber perdido a su marido cuando deja de recibir noticias de él, que cumple una misión militar en Afganhistán. Entonces ella se refugia en su cuñado, sin saber que su esposo aún está vivo y pronto a regresar. Ambas películas tienen interpretaciones poderosas y una cámara en mano febril que sabe acompañar la construcción dramática. El nuevo film de Bier tiene un disparador argumental similar a los anteriores, y también tiene dos protagónicos soberbios, pero en su conjunto el relato decepciona: faltan matices, riesgos, intensidad.

Lo que perdimos en el camino es el primer trabajo de la realizadora europea en tierra norteamericana. Halle Berry encarna a Audrey, que vive con su esposo Brian (David Duchovny) y sus dos hijos pequeños en una bella casa en Seattle. Brian muere de repente, víctima de un acto de violencia callejera. Desamparada, Audrey acude al mejor amigo de su marido, Jerry (Benicio del Toro), aunque no parece saber muy bien qué busca en él. Jerry está destrozado por las drogas, pero está intentando recomponer su vida. Ella le ofrece mudarse al garage de su casa. Entre la desconfianza y el imperativo del consuelo, sumergidos en el pozo del duelo y la adicción, los personajes hacen lo que pueden para salir adelante, y así se van enredando en un vínculo complejo.

Sin alejarse nunca de lo previsible, lo mejor del film está en aquellas escenas que capturan discretamente el silencio de la intimidad, los juegos de los niños, los ojos que empiezan a aclararse cuando dejan atrás las lágrimas. Susanne Bier adora los rostros y los cuerpos, y su cámara los recorre en sus heridas y en sus fugaces brillos. En su cine los personajes son arrojados a la tragedia y obligados a resurgir de la nada con los afectos que tienen cerca: los espectadores vivenciamos los hechos con la misma inmediatez que los seres de ficción, y nos cuesta tanto como a ellos salir del estupor. Pero si en las películas anteriores la desesperación podía palparse en cada plano, en este film lo que falla es la conexión emotiva con los dos protagonistas, porque son unidimensionales, porque el guión (escrito por Allan Loebb) les niega una biografía que vaya más allá de la penosa coyuntura que los reúne. Tanto Berry como Del Toro ya interpretaron a criaturas parecidas en otras películas, lo que agrega cierta impresión de déjà vu al visionado de Lo que perdimos en el camino. Hay que reconocer que por momentos el film logra buenos climas y en ocasiones incluso surgen algunas chispas, pero son débiles y no alcanzan a encender el fuego.

No hay comentarios: