lunes, 14 de enero de 2008

El amor en los tiempos del cólera

Sobre la novela y la película

Gabriel García Márquez publicó esta novela en 1985. En ella, el escritor colombiano narra la historia de una obsesión: el amor que Florentino Ariza sintió por Fermina Daza. Amor que duró toda una vida, más allá del rechazo, del tiempo transcurrido y del encuentro con otros cuerpos y otras pasiones. Un amor no correspondido, el más doloroso de todos los amores.

Quizás sea la mejor obra del autor, mejor incluso que "Cien años de soledad", porque es más compacta, más sabia y más tangible que la novela ambientada en Macondo. "Cien años..." es un prodigio de la literatura, de eso no caben dudas, pero son sus giros mágicos los que hacen que el recuerdo de la historia se torne flotante, afable, como si la irrupción de lo fabuloso en ese universo acabara por atemperar la deriva trágica de sus criaturas. "El amor en los tiempos del cólera", en cambio, jamás elude lo terrenal. Es una épica en donde ocurren muchos hechos increíbles, pero se las ingenia para sostenerse siempre dentro de los márgenes de lo posible. Por eso es más penetrante, más certera. Es la novela definitiva de la madurez.

“Aprovecha ahora que eres joven para sufrir todo lo que puedas, que estas cosas no duran toda la vida”, le dice Tránsito Ariza a su hijo Florentino, en uno de los tantos brotes de ansiedad y tristeza que el muchacho padece por efectos de la enfermedad del cólera. O del amor. No queda claro. Florentino es el paradigma del héroe paciente, el eterno enamorado que puede conservar intacto el objeto de su afecto porque nunca llega a fraguarlo en una relación concreta.

Toda la acción transcurre entre finales del siglo xix y las primeras décadas del xx, en algún sitio caluroso y efervescente de Centroamérica, pero nunca se especifica dónde. Florentino queda flechado por la mirada de Fermina en su adolescencia y decide ser leal a ese amor durante toda su existencia, aunque ella no pueda acompañarlo en el sentimiento. Pasan los años y ella se casa con el arrogante Juvenal Urbino. Mientras tanto, Florentino busca precarios consuelos en otras mujeres, muchas otras, sin dejar de pensar, jamás, en la única mujer. Es leal, aunque no fiel. Siguen pasando los años y, claro, todo se hace más complejo, porque el corazón se va astillando, las certezas se van derrumbando y el mundo alrededor se empecina en ser cambiante, paradisíaco y cruel al mismo tiempo. De fondo, a lo largo de toda la saga, se escuchan estruendos de una guerra anónima que no se comprende.


Decíamos antes que se trata de la historia de una obsesión, una pasión tan abrumadora, insoportable y unívoca como la que Werther sentía por Carlota. Se sabe, el personaje de Goethe elige morir porque no puede tolerar la angustia de un amor no correspondido. Florentino, por el contrario, elige vivir y consagrarse denodadamente a la melancolía. Amar así, de un modo tan enfermo, es una decisión, una elección quizás no del todo consciente, pero elección al fin, y esta es la idea que propone García Márquez a través de su texto. Con inteligencia, el narrador implanta en el relato a otras mujeres que podrían haber hecho feliz al protagonista, dejando intuir que es el personaje, en su cómoda terquedad, quien no está dispuesto a entregarse completamente, porque prefiere mantener el ideal en un altar inalcanzable antes de enlodarse en las miserias del amor mundano, el que se cuece a base de deslumbramientos primarios, errores y oscuridades. “Como una compensación del destino, también fue en el tranvía de mulas donde Florentino Ariza conoció a Leona Cassiani, que fue la verdadera mujer de su vida, aunque ni él ni ella lo supieran nunca, ni nunca hicieran el amor”. Leona es sólo una de las infinitas damas que pueblan el camino de Florentino para probar que él no tenía razones para aferrarse a un destino absurdamente altruista.

Por eso es tan maravillosa esta novela: porque toma como pretexto un inveterado ideal romántico para volverlo carnal, prosaico, mentiroso. García Márquez se pregunta qué es el amor y confirma que es imposible hallar una respuesta única, porque existen tantas clases de amor como seres en el planeta, y porque incluso un mismo amor puede mutar y cobrar mil formas diferentes a lo largo del tiempo. “Hasta entonces lo había sostenido la ficción de que el mundo era el que pasaba, pasaban las costumbres, la moda: todo menos ella. Pero aquella noche vio por primera vez cómo se le estaba pasando la vida a Fermina Daza, y cómo se pasaba la suya propia, mientras él no hacía más que esperar”.


La precisa representación del paso del tiempo es fundamental en esta historia. Este era el gran problema que enfrentaba la versión cinematográfica.

Después de mucho perseverar, el productor Scott Steindorff convenció al escritor para que vendiera los derechos de la novela (según se informa, el trato implicó tres millones de dólares). Luego convocó al británico Mike Newell (Cuatro bodas y un funeral) para la dirección, y al guionista Ronald Harwood (El pianista) para la transposición del libro a la pantalla. La financiación correspondió a Estados Unidos. En el elenco conviven actores de diversas nacionalidades, todos aunados en el film por el idioma inglés. En los papeles principales están el español Javier Bardem (Florentino), la italiana Giovanna Mezzogiorno (Fermina) y el norteamericano Benjamin Bratt (Juvenal). La película se rodó mayormente en Cartagena de Indias, Colombia, y cuenta con la exquisita fotografía del brasileño Affonso Beato. En un registro vocal particularmente sobrio, Shakira se encarga de las bonitas y desgarradoras canciones que se escuchan en ciertos pasajes del relato. Es síntesis: estamos ante un producto plenamente “globalizado”.

Sin embargo, la película no es un desastre. Si se deja de lado por un momento el aura mítica que impone el texto original, el film consigue entretener gracias al atractivo de varios personajes y a ciertas situaciones que desprenden un brío insólito y juguetón para lo que se espera de un melodrama. Algunos actores secundarios merecen destacarse, sobre todo aquellos que encarnan a personajes emblemáticos de la novela y salen airosos en el film, aportando color en sus breves intervenciones: Fernanda Montenegro en el rol de la mamá de Florentino, Liev Schreiber como Lotario Thugut, Catalina Sandino Moreno como la prima Hildebranda y Angie Cepeda como la fogosa viuda Nazaret.

Es más difícil calificar el trabajo de los tres protagonistas: ya sea por los kilos de maquillaje que van cubriendo sus rostros para mostrarlos más viejos mientras avanza el film, ya sea porque deben ajustarse a escenas en general breves que limitan su expansión, lo cierto es que los personajes centrales fueron los más afectados por la condensación dramática del argumento.

Y esto es lo que la película no logró, como era previsible: el film falla al plantear la evolución de los hechos, porque la avalancha de anécdotas narradas (algunas, muy bien narradas), no deja espacio suficiente para el desarrollo de la psicología íntima de los personajes. Falta emoción. Más allá de sus aciertos esporádicos en el tono y el ritmo del relato, la película no puede esperar como espera el atribulado Florentino. Por lo tanto, no le dedica el tiempo que merece al cultivo de su deseo: las cartas, los poemas, los anhelos, los llantos, las caminatas solitarias, el perpetuo ciclo de embelesamiento-frustración-nueva esperanza. Hollywood no posee la mansedumbre del héroe resignado a la contemplación.


En este caso, solo la pluma de García Márquez puede poner en escena el continuo vaivén de este amor, que como todo amor, está atado a los designios del tiempo, el tiempo de uno, el tiempo de todos, el que suele esfumarse rápidamente en la dicha y estirarse indefinidamente en la angustia, o al revés…

“Era como si se hubieran saltado el arduo calvario de la vida conyugal, y hubieran ido sin más vueltas al grano del amor. Transcurrían en silencio como dos viejos esposos escaldados por la vida, más allá de las trampas de la pasión, más allá de las burlas brutales de las ilusiones y los espejismos de los desengaños: más allá del amor. Pues habían vivido juntos lo bastante para darse cuenta de que el amor era el amor en cualquier tiempo y en cualquier parte, pero tanto más denso cuanto más cerca de la muerte”.

7 comentarios:

Cecilia Díaz dijo...

Felicitaciones, creo que es tu mejor post, no sé si sentís lo mismo.

La crítica tiene momentos tan intensos como la trama de la ficción. Quedé deslumbrada.

Saludos!

entusiasta dijo...

Tu narrativa logra'cultivar el deseo`por esta obra importante.

Gracias por lo que hacés por el arte.

razondelgusto dijo...

Como siempre, una maestra para transmitir una mirada objetiva y a la vez tan personal sobre el cine y el arte.
Un abrazo desde Uruguay...
Liliana Schwab

Unknown dijo...

Caro: Interesantísima tu crítica de la peli.
Lo mío es la literatura y desde allí pienso y escribo estas líneas.

La novela es magnífica en fantasía, creatividad, originalidad y maestría narrativa.

La película dista mucho de serlo.

Coincido con vos en que es un producto plenamente globalizado. Yo agragaría, además, grotesco.

La película transformó un producto literario en una novela de las 14hs. en la TV argentina. Una pena.

El puntapié de lo grotesco lo abre el personaje del padre de Fermina (no sé porqué no puedo dejar de leer en ese personaje la mirada que se tiene de los latinoamericanos: brutos, violentos, "incultos"). Por suerte, la actriz que compone a la madre de Florentino destila oficio actoral, con lo cual, hace el contrapunto. El episodio con la viuda de Nazareth suma más grotesco. Aunque lo hayan pensado coomo un paso de comedia, no es más que fallida esa escena. La magia que derrocha la novela producto de la fantasía del realismo mágico al que G.Márquez nos tiene acostumbrados, en la película ni aparece. Este producto cinematográfico quedó reducido a una típica novelita de entretenimiento siestero. Lo cual no está mal. Pero,...

Creo que a la peli la salvan la fotografía -en mayor medida- y la música -en un grado menor-.

¿Y qué pasó con el maquillaje de los personajes en sus años de vejez?...

Fallida propuesta. Sí, para entretenerse; pero lejos del aura, de ese plus, que tiene la literatura de Márquez. En fin...ojalá!, la película despierte en los espectadores la ansiedad o curiosidad por consultar la novela. Ojalá que no se reitere el "esto era!" al que nos tienen acostumbrados los directores que se engolosinan con la literatura y pretenden llevarla al cine. Al cine lo que es del cine; y a la literatura lo que es de la literatura.

Recomendar la peli como entretenimiento. PEro nada más.

Por suerte en este cien globalizado se cuelan pequeñas grandes historias. ¿Qué podés decir de "La leyenda del perro amarillo"?... Encantadora, ¿no?...

Noemí (De EspacioY-2007)

Unknown dijo...

Aclaración:

Por si no se entendió, no es que yo piense que los latinoamericanos somos brutos, violentos, incultos. Creo que en algún lugar es la mirada que transmite la película.

Noemí (de EspacioY-2007)

Caro dijo...

Agradezco mucho todos los comentarios y aportes. Este es el objetivo del blog: ser un espacio de encuentro y discusión.

Unknown dijo...

Cómo siempre la magia de Gracias Marques me deslumbra, los artistas y escenarios, me transportanimo, ya olvide las veces que la he visto.Me encantaría una versión de Cien años de soledad.Espero con ansias se cumpla mi deseo.