martes, 14 de enero de 2014

David Mamet: el placer del texto

Producida por HBO y emitida por televisión el año pasado, Phil Spector narra el detrás de la escena del juicio que condenó por homicidio al excéntrico productor musical. La película es otra prueba de las buenas ideas que pueden nacer de la mente de David Mamet cuando le toca hacer lo que mejor le sale: atravesar las instituciones para triturar sus discursos. Recordé a Mamet, en principio, cuando la vi a Helen Mirren nominada por Phil Spector en los últimos Globos de Oro. Por otro lado, una de las grandes películas de este 2014, El lobo de Wall Street, tiene un antecedente ineludible en una obra clave de Mamet, Glengarry Glenn Ross, como el propio Scorsese reconoce en más de una entrevista. La nota que sigue la escribí hace unos cuantos años, pero me pareció que podía rescatarla como un recorrido introductorio por la obra de uno de los autores más inteligentes del cine contemporáneo (y quizás no tan conocido como merece serlo).

David Mamet
El placer del texto

A propósito del estreno de Cuéntame tu historia (State & Main), una simpática comedia sobre ese circo llamado Hollywood, esta nota resume la carrera de su director, el versátil David Mamet.

Escrita en agosto de 2001.

No es sencillo reunir en la memoria todas las películas que en sus créditos incluyen el nombre de David Mamet. Seguramente es más fácil recordar cualquier escena de Mentiras que matan (Wag the dog) e imaginar a este artista-pulpo escondido tras la sonrisa canchera del personaje de Robert De Niro. Ese film de 1997, dirigido por Barry Levinson a partir de un guión de Mamet, es una de las críticas más lúcidas y osadas que ha recibido la industria del espectáculo. Sin embargo, Wag the dog pasó a la historia por anticipar con inquietante precisión el escándalo de Monica Lewinsky. El año pasado, mucho antes de la puja Gore-Bush por el escrutinio en la elección presidencial, Mamet presentó su última película, State & Main, que también contiene una situación visionaria: un personaje dice “Todo esto es absurdo” y otro le responde “También es absurdo nuestro sistema electoral, pero nosotros igual votamos”. Cuando un periodista de la CNN le preguntó al director por esta nueva coincidencia, él dijo simplemente que fue una cuestión de suerte, aunque lo cierto es que este hiperactivo cineasta, dramaturgo, guionista, productor, ensayista, actor y compositor ya podría ir pensando en extender su currículum con su nueva habilidad: profeta de la actualidad norteamericana.

Tablas y cine

Nacido en 1947 en Chicago, David Alan Mamet empezó a vincularse a la creación desde la adolescencia. Luego de estudiar teatro en Vermont y Nueva York en la década del ’60, inició su carrera como intérprete y director en el circuito Off Broadway, donde encontró el ambiente ideal para lanzarse a escribir. El reconocimiento del público llegó en 1974 con la pieza Sexual perversity in Chicago, a la que siguieron las exitosas The Duck Variations (1976) y American Buffalo (1977), obras que entre otros temas abordan las relaciones de pareja, la amistad, el engaño y el tejido de normas sociales que pretende organizar y atar a nuestra especie.

Más allá de las tópicos recurrentes que atraviesan su producción, Mamet se caracteriza principalmente por la peculiar forma en que hace hablar a sus personajes: diálogos de rítmica extraña, plagados de balbuceos, con un vocabulario a veces ramplón. Mientras algunos norteamericanos rechazan este estilo, al que consideran impostado e irritante, muchos otros lo exaltan como el rasgo más preciado del dramaturgo, tanto que se ha inventado la etiqueta “Mamet speak” para describir su marca discursiva. Buen ejemplo de esto es la famosa pieza Glengarry Glen Ross, donde queda claro que Mamet, al poner de manifiesto el artificio del lenguaje, en el fondo está intentando desmontar sus mecanismos ideológicos, una práctica que alcanza el paroxismo en la polémica Oleanna (1992).

La historia del cine ubica a David Mamet dentro de la generación de los "hyphenates", es decir, aquellos guionistas que durante los ’80 cobraron renombre en Hollywood y pasaron a ser escritores-productores-directores de sus propias películas, una camada en la que entran Barry Levinson, John Sayles, Lawrence Kasdan y Ron Shelton, entre otros. Mamet, después de trabajar en los guiones de El cartero llama dos veces (Bob Rafelson), El veredicto (Sydney Lumet) y Los Intocables (Brian de Palma), decidió pasar a la realización con Casa de juegos (House of games, 1987), una atractiva película sobre jugadores compulsivos y escultores del fraude que hoy es un clásico del thriller psicológico (y que también tuvo sus influencias en las Nueve Reinas de Fabián Bielinsky).

Luego llegaron Las cosas cambian (Things change, 1988) e Identificación de un homicidio (Homicide, 1991), dos títulos hoy algo olvidados aunque interesantes, entrelazados por la presencia de un bogartiano Joe Mantegna. En estas primeras películas ya podían apreciarse dos de los pilares del universo Mamet: por un lado, el tema de la traición, combustible esencial en sus relatos, y por otro, la absoluta imprevisibilidad de las acciones y actitudes de los personajes, una virtud de sus guiones que le permite sostener la atención del espectador aun cuando los films caigan por momentos en mesetas narrativas.

La retórica escéptica

En 1992 Mamet adaptó para la pantalla su obra ganadora del premio Pulitzer en 1984, Glengarry Glen Ross, film estrenado aquí con el título El precio de la ambición. Dirigida por James Foley, esta película resulta imprescindible en el estudio de una de las obsesiones mametianas: la disección de la retórica capitalista. El film presenta a un grupo de oficinistas que pasan sus días intentando convencer a potenciales clientes para que inviertan en tierras y propiedades. Al Pacino, Jack Lemmon, Alec Baldwin, Ed Harris, Alan Arkin y Kevin Spacey forman el equipo que hace funcionar a pleno el “Mamet speak”, en una película que esencialmente se sostiene por la perspicacia de los diálogos, siempre enroscados en frases que van del nihilismo a la mentira, de la soberbia a la humillación. “En los Estados Unidos -dijo una vez el autor- parece ser un placer el hecho de ver la vida como una empresa comercial. Ese es nuestro carácter nacional”. En su claustrofóbica puesta en escena, Glengarry condensa los vicios que Mamet postula como fundacionales de la cultura norteamericana: la competencia, el individualismo y la hipocresía.

En 1994 el dramaturgo llevó al cine su controvertida obra Oleanna (fue editada en video bajo el nombre Denuncia de acoso), la historia de una estudiante universitaria (Debra Eisenstadt) que encara a su profesor (William H. Macy) en reclamo de una calificación que ella cree injusta. Sin contraer la fuerza teatral de la pieza, Mamet concreta con Oleanna su película más cerebral, desestabilizadora y políticamente incorrecta. Los diálogos una cadena de bombas de escepticismo que destruyen lentamente las bases teóricas de la universidad, el derecho, la burocracia y la moral de la clase media, y aunque por momentos parezca demasiado abstracta, esta táctica mametiana de provocación funciona de maravillas en la película, pues logra que todas las construcciones sociales que nos rodean se tornen pasmosamente relativas. 
 
A Mamet le gusta analizar el lenguaje y explotar las diferentes connotaciones de las palabras. La alumna del film emite frases vacilantes, tímidas y truncas que son atajadas con vehemencia por las del profesor, mucho más estructuradas, contundentes y filosas. Lo curioso es que, en la mirada del autor, el hecho de brillar en el arte de la argumentación no necesariamente garantiza el éxito. Cualquiera puede dar vuelta el tablero, como indican los finales de Glengarry Glen Ross, Oleanna e incluso Wag the dog. En estos mundos no siempre triunfa el más dotado para la persuasión dialéctica, sino aquel que mejor oculta sus verdaderas intenciones mutando calladamente de víctima a victimario, cortando y pegando los fragmentos de discurso que convengan a cada situación, aunque en su conjunto no se adscriban a un razonamiento lógico. Este anarquismo lingüístico, que tiene mucho de posmoderno, es un desafío y a la vez un límite para Mamet: dinamita con talento el estado de las cosas, pero se muestra perezoso a la hora de esbozar alternativas, por lo que a veces sus críticas se acercan más al cinismo que a la voluntad constructiva.

En su siguiente película, Prisionero del peligro (The Spanish Prisoner, 1997), Mamet reavivó la atmósfera de Casa de juegos para trazar un relato de impecable clasicismo, enmarcado en un subgénero que él mismo ha bautizado como “light thriller”. Dos años después rodó El honor de los Winslow (The Winslow Boy), un drama de época que examina los prejuicios de la sociedad victoriana del 1900 y cincela un retrato sofisticado de una familia burguesa en crisis. En estas dos películas con las que cierra los años 90, el director demuestra un afecto inusitado por los personajes centrales, y les concede entereza y dignidad. Por fin, en medio de los aires derrotistas de sus obras anteriores, parece asomar un Mamet que quiere empezar a confiar.

Sobre el propio oficio

State & Main, cuyo título de estreno local es Cuéntame tu historia, es la séptima película del realizador. Guiado por un sereno optimismo, Mamet consigue uno de sus mejores films con esta comedia sobre el cine dentro del cine. Todo comienza cuando un equipo de técnicos, profesionales y actores de Hollywood invade un pequeño pueblo de New England para rodar una película llamada “El viejo molino”. William H. Macy (cada día más parecido a Woody Allen) interpreta al neurótico director del proyecto, quien antes del rodaje se topa con algunos problemas: el molino del pueblo que necesitaban para el film ardió en un incendio; la estrella femenina (Sarah Jessica-Parker) no quiere hacer el desnudo que había prometido; y el astro masculino (Alec Baldwin) se pasa de listo con una adolescente. A todo esto se suma el bloqueo creativo de un guionista novato (Phillip Seymour Hoffman) que no logra seguir el ritmo de la producción y se escabulle para conversar con una joven que acaba de conocer. Y esto es sólo el principio.

Divertida y llena de agudos one-liners, State & Main está propulsada por una amabilidad inédita en Mamet, que no duda en confesarse devoto admirador de Preston Sturges: “El gran genio, el gran escritor que comenzó como dramaturgo y se convirtió en director de cine. Podría mirar sus películas todas las noches por el resto de mi vida. Son perfectas”. Es cierto, en la mordacidad y en la caótica felicidad que desprende State & Main, uno siente el vuelo rasante del ángel de Sturges. Sin embargo, nadie tiene en esta historia la tenacidad utópica del protagonista de Los viajes de Sullivan, aquel film de 1942 en donde Joel McCrea interpretaba a un cineasta dispuesto a todo para realizar una película con sello personal. Por el contrario, en la ficción de Mamet lo que sorprende es ver cómo los miembros de la producción trabajan con la más absoluta indiferencia. A nadie le preocupa demasiado la calidad de la película que van a rodar, y mucho menos piensan en esa cosa llamada “arte”. Lo único que importa es que la filmación se concrete dentro de los cálculos comerciales, ya sea con o sin desnudo, con o sin estilo.

En una línea satírica similar a Wag the dog, aunque en un tono mucho más leve, State & Main se ríe de Hollywood, sus prácticas y sus criaturas. Los productores son mercenarios, las estrellas son descaradamente estúpidas y los demás... bueno, hacen lo que pueden. En este último grupo entra el personaje de Joseph Turner White (Phillip Seymour Hoffman) un humilde escritor que intenta probar suerte como guionista. Tímido, aferrado al viejo uso de la máquina de escribir, pronto comprueba que sus aspiraciones artísticas no son compatibles con el show business. O se amolda y baja sus expectativas, o se va. No tiene que perder la buena fe, tan sólo ceder un poco. Y ahí está el propio Mamet, sin dudas, asumiendo con honestidad su lugar dentro de el circo (recordemos que él también escribió guiones por encargo: The Edge, Ronin y Hannibal, entre otros). Hollywood no difiere demasiado de otras empresas, ni de la sociedad norteamericana, ni del sistema capitalista en general: cada uno hace lo suyo y maneja sus principios morales como puede. State & Main es un Mamet pequeño, querible y pícaro, aunque menos ácido que de costumbre... y también más conformista. 

David Mamet - Filmografía destacada

1987: Casa de juegos (House of Games)
1988: Las cosas cambian (Things change)
1991: Identificación de un homicidio (Homicide)
1992: Glengarry Glenn Ross (Guión)
1992: Hoffa (Guión)
1994: Oleanna
1996: American Buffalo (Guión)
1997: Prisionero del peligro (The Spanish Prisoner)
1997: Mentiras que matan (Wag the dog) (Guión)
1999: El honor de los Winslow (The Winslow boy)
2000: Cuéntame tu historia (State & Main)
2001: Un plan perfecto (Heist)
2004: Spartan
2005: Edmond (Guión)
2008: Cinta roja (Redbelt)
2013: Phil Spector

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