martes, 30 de marzo de 2010

El celular, una "ficción de vida"

El teléfono

Por Vicente Verdú *

- El tradicional teléfono fijo, instalado en la oficina o en casa, aumentaba la escala de la boca y de la oreja. Hacía saber que con su auxilio crecía aparatosamente la facultad de hablar y de escuchar. Su robusto micrófono potenciaba la voz y el auricular magnificaba el pabellón que oía. Pero en el móvil ocurre casi lo contrario. Ni el oído ni la boca se encuentran esbozados y su tamaño, cada vez menor, disimula la trascendencia de su uso.

- Nos comunicábamos a distancia gracias a la benevolente providencia del teléfono que hacía posible, como altísima novedad, hablar sin cuerpo, escucharse sin desplazarse. Pero ahora el teléfono móvil hace olvidar -con su movilidad incesante- el milagroso don de establecer los contactos a distancia.

- La voz telefónica, la voz sin la máscara del rostro que tanto admiraba Proust en 1913 (En busca del tiempo perdido. El mundo de Guermantes), ha perdido casi toda encantación puesto que ha llegado a ser uno de los repertorios comunes. Más aún el rostro aparece en el móvil superando con su fuerza la identidad del aparato. De hecho, poco a poco, la biografía de cada cual va dejando su rastro en ese artefacto y anticipando el día en que el código genético se sume a los circuitos. De hecho, en las películas se constata que el enemigo sucumbe con facilidad tan pronto pierde su móvil, suerte de ADN extracorpóreo y arma crucial para el socorro o la defensa.

- El teléfono fijo era igual para todos pero en el móvil se plasma la individualidad sea a través del diseño de las grandes marcas, sea mediante esto y el añadido del tuning que cada cual aporta a su aparato.

- Ahora todos los ciudadanos occidentales tienen teléfono. Y no sólo móvil sino móvil y fijo y, en ocasiones, dos móviles o más. Hace apenas medio siglo, en los años cincuenta y sesenta del siglo XX, tener una casa con teléfono constituía en España un signo de status. Pero también, tanto entonces como ahora recibir más o menos llamadas sirve como un indicador de la relevancia personal y profesional del propietario. Cierto grado de afirmación de un individuo se plasma en el funcionamiento del móvil y más a través del número de llamadas que recibe que de las llamadas que emite. Quien llama solicita, acaso se subordina, mientras que el sujeto llamado es requerido, necesitado.

- Los primeros teléfonos domésticos se colocaban en muchos casos clavados en la pared y obligaban a hablar a la altura dialogante de las bocas. Este diálogo, espacialmente cara a cara, no eludía sin embargo los recursos a la mendacidad para cuya práctica el teléfono ha sido el rey del disimulo y la mentira: "ha salido", "no puede ponerse","le llamaremos. Y, también, de acuerdo a las películas y las novelas negras un instrumento temible en malas noticias y amenazas.

- De hecho el teléfono antes y ahora se ha mantenido como importantísimo y poderosísimo. La gente abandona sus tareas, deja de hacer el amor, se echa de la cama, corre por el pasillo jadeando para no perder su llamada. El teléfono se revela en estos casos como representante de una fuerte ficción de vida, vida irrepetible, crucial y, de hecho, cuando los futuros suicidas han decidido la irreversibilidad de su plan, descuelgan antes y definitivamente el teléfono.


* Extractos de un artículo publicado por el autor en su blog. Ir al texto completo.

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