viernes, 6 de febrero de 2009

Vicky Cristina Barcelona, de Woody Allen

“In English, please! In English!!”

El imperativo insiste. Nos taladra la cabeza. Juan Antonio (Javier Bardem) le pide una y otra vez a su ex mujer, María Elena (Penélope Cruz), que hable en inglés cuando está frente a personas que no entienden español. Por respeto, digamos. Pero María Elena está demasiado acelerada como para detenerse en detalles de corrección política. Menos mal que no siempre le hace caso, porque el principal placer que provee Vicky Cristina Barcelona reside en ver y escuchar a Cruz actuando en su propio idioma. Alcanzan un par de diálogos desaforados entre ella y Bardem para que el film se encienda y ascienda a otro plano durante unos pocos minutos.

Que se trata de una película turística y chabacana, que la hizo por encargo, que metió un beso lésbico como burdo anzuelo, que su cine está gastado, que ya no tiene nada nuevo para decir; todo esto se le recrimina al último trabajo de Woody Allen, con justificación. Allen ya no se involucra como en sus mocedades, cuando elegía mirar directo a la cámara y hablarnos tête à tête para compartir sus miserias. De un tiempo a esta parte, en sus relatos el director viene imponiendo una voz over narradora que habla desde algún altar difuso, que se anticipa a las acciones y explica hasta la obviedad el estado psicológico de los personajes. Una voz anónima que en ocasiones llega a anular la misma función de la imagen. “Que lo cuente otro y a mí déjenme vivir. Ya sé que no tengo ninguna verdad”, parece excusarse Allen, tal vez aturdido por el gataflorismo de los críticos. Que si muestra mucho sexo (Match Point), es un viejo verde; que si apenas lo sugiere (Vicky Cristina), entonces es un pacato, etc, etc. Woody algo de razón tiene. La esquizofrenia suele colarse en nuestros juicios con mucha mayor frecuencia de la que nos gusta admitir.


Le pegamos a esta película "porque es falsa", "porque Allen la rodó con el explícito objetivo de promocionar las bondades de Barcelona", "porque es comercial". Es comercial, señores, por eso hay que hablar en el idioma universal. Hay que mudar un contingente de actores angloparlantes y dibujar una anécdota que los inserte en la península, con un latin lover que aporte color al asunto, siempre que sea bilingüe. Y cuando aparezca el único personaje auténtico de la historia, esa mujer que es vehemente, celosa y pasional con ganas, tápenle la boca.

In English, please. Autoconciente, Allen focaliza en la bendita cláusula contractual, esa que la industria logró hacer carne en el público al punto de naturalizar uno de los principales artificios del cine: el secuestro de las lenguas originarias con fines exclusivamente comerciales. Romanos, chinos, apaches, nazis, rusos, vietnamitas, el planeta entero y hasta ciertos extraterrestres copados, todos se comunicaron y se siguen comunicando en inglés. Como espectadores hemos aceptado sin rezongar este pacto desde que el cine es cine (o desde que el cine es Hollywood), pero la crítica se indigna ferozmente con Allen porque su película es “de exportación”. Vamos, bajemos un cambio y miremos el bosque. No es cuestión de ser indulgente con un autor que sin dudas viene barranca abajo desde hace una década (ya analizamos su cuadro al comentar el año pasado El sueño de Cassandra), pero al menos Vicky Cristina Barcelona se asume en su levedad sin mayores pretensiones, detrás de la cual se intuye a un Woody que necesita volver a hacerse preguntas. Podría pensarse que su alter ego es el personaje de Patricia Clarkson, una mujer madura que se arrepiente de no haber tenido más arrojo en su vida y por eso alienta a la joven Vicky (Rebecca Hall) para que se anime a experimentar todo lo que ella no pudo.


Por su parte, cuando tiene que hablar en inglés, Penélope Cruz se gana instantáneamente el Oscar a la actriz con la dicción más espantosa de la historia del cine. El creador de Manhattan lo sabía, por eso reservó para ella las mejores escenas de la película, esas que la hacen brillar como lo que realmente es: una estupenda intérprete española (para quienes aún no confían en ella, recomiendo la fogosa Jamón, jamón, de Bigas Luna, que como yapa también tiene al hermosísimo Bardem). Que por momentos la película exhale un perfume almodovariano no es un hecho fortuito. Más bien parece una venia de admiración al maestro manchego, un director que a pesar de todos los laureles, jamás cedió ante las tentaciones que ofrecían los colinas de Los Ángeles y prefirió permanecer fiel a su tierra, contando historias en la única lengua capaz de identificarlo.

6 comentarios:

  1. Me encantó el blog, muy interesante todo lo relacionado con el cine y la literatura.
    Cuando quieras podés pasar por el mío.
    Saludos!

    ResponderEliminar
  2. Últimamente parece que voy a contramano del mundo en lo que respecta a Woody. Pero creo conocer la razón, porque cuando me pongo a revisar qué es lo que vi de él me doy cuenta de que es más bien poco.

    Me resulta un poco chocante cuando leo que Woody Allen viene en decadencia desde hace diez años, porque justamente yo vi sus películas del 2001 para acá (casi una década)

    Teniendo en cuenta que las opiniones (o las críticas) están condicionadas por la historia de cada uno, me resulta comprensible que la mayoría de los que siguieron la carrera de Allen estén cansados o aburridos de él. Pero no voy a saber el por qué de este sentimiento hasta que haya visto sus "grandes películas".

    De lo que sí estoy seguro es de lo que me pasa a mí cuando veo sus films: los devoro con ojos de neófito, y no me canso. Me encantan sus guiones (rescato muchas líneas cada vez que salgo del cine) y cómo dirige a sus actores.

    Es cierto que utilizar la voz en off le juega en contra a esta (y la mayoría de las películas que utilizan el recurso), pero eso no bastó para impedirme disfrutar de la peli.

    Así que quizás mis palabras pesen menos, teniendo en cuenta mi experiencia woodyallenezca, pero yo siento que estoy emprendiendo un viaje por su filmografía y recién estoy dejando la terminal de omnibus.

    Y me encanta.

    ResponderEliminar
  3. Martín, de alguna manera tu situación es envidiable: te falta descubrir efectivamente las grandes obras de Woody, aunque es cierto que uno le tome especial cariño a aquellas películas que son nuestras contemporáneas. Te sugiero arrancar con "Annie Hall" y seguir con "Hannah y sus hermanas", "Manhattan", "Crímenes y pecados", "Todos dicen te quiero", "Los secretos de Harry", "Zelig", "Interiores" y "Maridos y esposas". Buen viaje! Y traenos alfajores!!

    ResponderEliminar
  4. Dejé de ver las producciones de Allen después de Maich Point (¿lo escribí bien?...), resití bstante, no?; justamente lo anbandné porque dejó de ofrecer esa mirada ácida, irónica e inevitable de la vida. Pero yo estoy aquí por otra cuestión: regresé de ver la última pelí que tiene como protagonista a Brad Pitt. Caro, ¿la llegaste a ver?...Ansio tu crítica. Un abrazo

    Noemí (de Epacio Y)

    ResponderEliminar
  5. Ayer vi la peli. Y después de leer la crítica, y el "In english please!", rescato un personaje que es el padre de Barden. El poeta que no publica porque no cree que el mundo tenga la capacidad de recibir poesía.
    Además, se resiste a que su poesía sea traducida: hay algo intransmisible de cada lengua, de cada cultura que si no se muestra como es, se pierde.
    Siempre me gusta ver a Woody Allen. Hay una pregunta sobre el amor que me pareció muy buena. Saludos. Alejandra

    ResponderEliminar
  6. Hola Caro: Pero no vas a negar que cuando la corta un poco con el relato en off, tiene un ritmo de comedia que solo Almodovar ostenta en España.
    Yo creo que hay que situarse en que él tiene distintos niveles en su filmografía y no pedirle peras al olmo. Esta peli es un divertimento, con algunas escenas muy bien logradas 8 ALGUNAS DESTACASTE) Y NO MÁS.
    mARTHA

    ResponderEliminar