domingo, 28 de agosto de 2016

Medianoche en París, de Woody Allen

  
La ciudad nos envuelve largamente,
como una noche dolorosa.
A nuestro lado ruedan los camiones
como brujas agónicas.
Una campana se queja a lo lejos desesperadamente.
Algún campanero irascible le estará golpeando el corazón.
Caminemos.
Olvídate del mundo.
Piensa solamente en lo que llevas piel adentro
y sabrás qué dulce y qué sabroso es, de pronto, vivir.

Jorge Debravo (“Campanas”)

Medianoche en París (Midnight in Paris) es un cuento de hadas, el film más conscientemente infantil de toda la obra de Woody Allen. Un cuento suave y etéreo que se acaba en un suspiro, que disipa cualquier conflicto a velocidad de varita mágica para entregarnos finalmente la sonrisa del príncipe ante su deseo cumplido. Y como niños nos quedamos con ganas de más y queremos que venga otra vez la carroza que nos lleve de parranda con nuestros ídolos del arte. Y como adultos tomamos prudente distancia y nos sentimos un poco frustrados porque sabemos que la fábula es demasiado ingenua, principalmente porque resulta evidente cuál es la variable faltante en este ejercicio de añoranza de épocas doradas: la Historia. A simple vista, es cierto, la trama parecería no necesitarla, pero luego ocurre algo curioso: esa ausencia termina cobrando fuerza, justamente porque se instala como inevitable fuera de campo, el lugar en donde las hadas son espantadas por el horror. Allen abre la ecuación para el espectador.

Vayamos a una escena puntual, aquella en la cual Gil (Owen Wilson) visita junto a Ernest Hemingway la casa de Gertrude Stein, en donde conoce a Picasso y a Adriana (Marion Cotillard, magnífica en su sofisticada sencillez). Un quiebre se produce allí: fascinado con Adriana, Gil deja por primera vez de prestar atención a las celebridades de su entorno y se concentra en la muchacha. Los vemos a ambos entrar solos en una habitación mientras los demás personajes quedan detrás, casi perdidos en un rincón del encuadre. El efecto es extraño, porque como espectadores queremos seguir fisgoneando la rutina de esos genios que ahora quedaron momentáneamente relegados. Aunque sus cuerpos se nos escapen, algo alcanzamos a oír: Stein le dice a Hemingway que la editorial aún le debe una respuesta con respecto al último libro del escritor. En ese diálogo lateral los artistas se abocan al costado menos glamoroso del arte: la burocracia, los intentos fallidos, las frustraciones, las negociaciones, la industria cultural triturando la mística de la vida bohemia.

Es como si Allen estuviera explicitando en esta escena, en este desplazamiento, que en su fantasía no hay espacio ni tiempo para los detalles de lo real cotidiano. En los sueños de Gil no hay lugar para el tedio ni para el dolor social: en sus idealizados años veinte sólo se admiten los highlights (¿acaso en los sueños existen los tiempos muertos, los tiempos de la espera? ¿Acaso un sueño es otra cosa que un clímax detrás de otro?). Sí, es verdad, Hemingway en algún diálogo menciona la guerra y Zelda Fiztgerald amenaza con tirarse al Sena, pero esos momentos funcionan más como datos pintorescos de los personajes que como flujos de tensión. Si los personajes famosos del film se reducen a un puñado de rasgos básicos y reconocibles es porque provienen de la imaginación selectiva del protagonista, que sólo quiere recordar el rostro festivo (y estereotipado) del pasado. Nadie habla de la carga de tristeza que viene con el paquete, y este es el hueco que a nosotros nos toca completar con nuestros propios ecos y temores. Por otro lado, sospecho que confrontar a Gil con un hecho histórico concreto (una imagen de Hitler, por ejemplo) habría sido una opción demasiado fácil para empujarlo a preferir su presente. Pero ésta no es la idea de la película. Todas las peripecias que atraviesa Gil no tienen otro objetivo que hacerlo jugarse por su deseo más profundo, asumiendo lo único que siempre llevó “piel adentro”, ya fuera en la vigilia o en el país de las maravillas. Escribir, París, el amor sincero. Anclas para el hoy. Gil nunca pretendió mudarse al pasado, pero aprovechó para descubrir otras ansiedades y beber de las vehemencias tan admiradas. El viaje en el tiempo le permitió encontrar, sobre todo, el entusiasmo. Que no es otra cosa que el futuro.

jueves, 25 de agosto de 2016

Tal vez sea el mejor documental...

 
...en lo que va del milenio. Absolutamente imperdible. Un film durísimo, desolador, revelador. Se llama Homeland - Iraq Year Zero. Lo dirigió Abbas Fahdel. Fue parte de la programación de agosto del Malba, todos los domingos a las 19.30, y acaban de anunciar que seguirá en cartel durante septiembre.

La película dura cinco horas y media, y sé que eso implica un esfuerzo (se proyecta con un intervalo; la función termina a la 01). Les aseguro que vale la pena. Además, ese detalle, el del "tiempo invertido", se vuelve tan pero tan banal frente a todo lo que emana de la pantalla: todo ese dolor... toda esa vida. Es la historia de Irak. Su horror. Su cultura. La invasión. La guerra. Los chicos. Especialmente los chicos. Todo está ahí. Uno siente que ingresa por primera vez en ese mundo, porque nadie lo mostró ni lo mostrará nunca de esta manera, tan precisa y contundente. Y sí, salimos con el corazón hecho un trapo. Mudos. Pasmados. Pero se trata de una experiencia imprescindible. 

El crítico Roger Koza, que posibilitó el estreno del film en Argentina, publicó una serie de textos al respecto en su blog Con los ojos abiertos, incluyendo una excelente entrevista al director. (De todas formas, si deciden ver la película, sugiero leer las notas a posteriori).

Más información sobre la película y su exhibición en el sitio del Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415).
 

jueves, 18 de agosto de 2016

Agosto - Cine argentino en el Colegio de Abogados

En agosto se vienen interesantes películas dentro del ciclo de Preestrenos 2016 organizado por el Museo del Cine en el Colegio Público de Abogados (Av. Corrientes 1441). 

Con entrada libre y gratuita, esta actividad -que se desarrolla durante todo el año- le permite al cinéfilo porteño acercarse a películas nacionales o extranjeras que tienen estreno programado para las próximas semanas. La sala tiene una excelente calidad de imagen y sonido, y en las funciones suele estar presente el director o el productor de la película del día para dialogar con el público luego de la proyección.

Todas las funciones comienzan a las 20 hs. 
Esta es la prgramación para este mes: 

Viernes 5/08
Agosto final, de Eduardo L. Sánchez (Argentina, 2016)
Este documental explora el desafío de Myriam Stefford, quien tenía sólo 26 años cuando decidió encarar, en 1931, el Raid aéreo de las 14 Provincias Argentinas. Sería el primer vuelo piloteado por una mujer que recorrería más de 10.000 kilómetros en cinco días, un riesgoso emprendimiento que pocas veces había llegado a buen término.

Viernes 12/08
Arreo, de Néstor “Tato” Moreno (Argentino, 2014)
Documental sobre la historia de Eliseo Parada y su esposa, puesteros trashumantes del sur de Mendoza. Deben enfrentar la amenaza que representa el "progreso" para su única fuente de sustento, y la incertidumbre de no saber por cuánto tiempo más sus propios hijos mantendrán esta tradición pastoralista, transmitida de generación en generación.

Viernes 19/08 
Sangre en la boca, de Hernán Belón (Argentina, 2016)
El director de la muy buena El campo, Hernán Belón, narra en su nuevo film la historia de Ramón Alvia, un boxeador profesional que ya tiene casi cuarenta años y está al final de su carrera. Su familia quiere que deje el boxeo, pero él se resiste y siente que aún puede continuar. Un día, en el gimnasio, Ramón descubre entre los jóvenes boxeadores a Deborah, una bella y joven mexicana. Con Leonardo Sbaraglia y Eva de Dominici. 

Viernes 26/08 
La luz incidente, de Ariel Rotter (Argentina, 2015)
Estupendamente interpretada por Erica Rivas y Marcelo Subiotto, La luz incidente se centra en Luisa, una mujer joven con dos hijas muy pequeñas, en pleno duelo debido a un accidente que le arrebató a su marido. Una noche, en una fiesta, Luisa conoce a un hombre que comienza a interesarse por ella. Es una película triste pero también elegante y enigmática, con una fotografía en blanco y negro muy delicada. La vi en el Festival de Mar del Plata el año pasado y la recomiendo mucho.

miércoles, 10 de agosto de 2016

Mr. Stevens


Lo que queda del día (The remains of the day),
film dirigido por James Ivory

viernes, 5 de agosto de 2016

El cofre


Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.

Tú lloras debajo del llanto,
tú abres el cofre de tus deseos
y eres más rica que la noche.


Alejandra Pizarnik

(Fragmento del poema "Hija del viento")

En la imagen: la extraordinaria Sangue del mio sangue, película dirigida por Marco Bellocchio.  Muy arriba entre lo mejor de este año.

miércoles, 3 de agosto de 2016

Marcas


Lo que sigue es la trascripción de un fragmento de un diálogo entre el periodista Osvaldo Quiroga y el escritor Hugo Mujica en el ciclo “Otra trama”, de la Televisión Pública, emitido en diciembre de 2015. (Link al video completo).

Osvaldo Quiroga: ¿Cómo vivís el comienzo del siglo XXI? ¿Cómo vivís tanta injusticia, tanta violencia? Recuerdo que vos alguna vez dijiste que una cultura que no genera sentido, genera violencia. Y hay tanta violencia, tanta intolerancia, tanto desconocimiento del otro, tanta locura. ¿Cómo lo vivís vos?

Hugo Mujica: Violencia ha habido siempre, ¿no? Aunque no sepamos muy bien las proporciones. Pero a mí lo que me parece una especifidad de la violencia actual es su gratuidad. Siempre robaron, o robamos, pero ahora te robo y después te mato, gratuitamente.

O. Q.: Porque sí.

H. M.: Porque sí. O porque yo necesito dejar una marca. Porque la falta de sentido es tal, que de alguna forma yo tengo que dejar una marca. O me hago un tatuaje o le pego un tiro a alguien, algo que sea irreversible. Pero creo que también está esa idea de concretar el paso de uno, y eso es algo que a mí me está impresionando mucho. Esa necesidad que tiene la gente, en un mundo tan anónimo, en el que no pasa nada, de que pase algo. Puede ser desde la persona que te pone en Facebook “Estoy desayunando”, y otros ponen “Me gusta”, aunque en el fondo no importa, pero es una ilusión de participar en eso, hasta el que deja una marca, como te digo, en un crimen. Es la necesidad de sentirse vivo. El “Selfie” tiene mucho de eso: constantemente estoy documentándome.

O. Q.: Documentando que estoy. Aquí estoy.

H.M.: Y sí... porque no hay nada que me diga que me necesitan.