martes, 27 de julio de 2010

Partir, de Catherine Corsini

 
El prólogo. Antes de los títulos, una serie de imágenes anuncian la tragedia. Un tiro en la noche anticipa que esta historia no terminará bien. En una crítica de la película publicada en Página/12, Luciano Monteagudo sostiene que la decisión de empezar por el final representa el “primer rasgo de honestidad en un film modesto pero sincero”. Estamos de acuerdo. Partir es una película cristalina, breve, pragmática. La directora Catherine Corsini no aspira a otra cosa que narrar sin ambages las delicias y los costos de un amor apasionado vivido en la madurez. Aunque la fábula no sea original, uno puede dejarse llevar por los amantes y sus arrebatos, anzuelo que funciona en la primera parte del film. Hasta que la protagonista comienza a adoptar actitudes que distorsionan la simpatía.

La dama, el vagabundo y el villano favorito. Alguna vez un crítico escribió que en el cine actual no existe boca más perfecta que la de Kristin Scott Thomas. Yo añadiría que no hay muchas actrices que impongan tanta elegancia como ella, aun cuando le toca pilotear un film a cara lavada y gris como lo hizo en Hace mucho que te quiero (dirigido por Phillipe Claudel, melodrama atractivo pero no del todo logrado, estrenado en 2009). Scott Thomas es la sofisticación hecha mujer. Aquí interpreta a Suzanne, una mujer casada, aburrida, con ganas de retomar su trabajo como kinesióloga, abandonado hace años para dedicarse a ser madre y esposa. Quien aparece para despabilarla es Ivan (Sergi López, ¡obvio!), un inmigrante español que estuvo preso y ahora recorre Francia haciendo changas. La primera vez que Suzanne lo ve, Ivan luce una remera gastada y una mosca revolotea sobre su cabeza. Un albañil que emana todas las fragancias de la fantasía. Del marido (Yvan Attal) se puede decir que es un médico prestigioso, tiene un dinero interesante y llega a la violencia cuando lo sacan de quicio. Que el marido sea tan (innecesariamente) brutal es el único motivo por el cual uno se pone un poquito del lado de la protagonista. Hasta ahí.

El anexo. En Partir todos los días son soleados. Suzanne habita una casa moderna y hermosa, con pileta, amplios ventanales, paredes de una blancura relajante. Los obreros están refaccionando un cuarto destinado a ser un espacio de ella, quizás el inicio de un proyecto personal. Un anexo, un palpitar alternativo en su estructurada rutina burguesa. Hacía mucho tiempo que el plan estaba en danza. “Si ya esperaste quince años, un mes más no importaría”, propone el esposo, y así uno confirma que esta mujer creció a la sombra de un cacique proveedor y despectivo. Dejar esos almohadones no será nada sencillo para ella, y sus intentonas de adolescente enamorada resultarán un tanto extravagantes para una dama de su estilo.


Lejana. De todas maneras, el gran descuido dramático del film es la relación entre Suzanne y sus hijos. Se entiende que ella esté sumida en la desesperación, pero el problema es que se la muestra demasiado ciega, con nulo registro del dolor que está causando. No, no es cuestión de juzgarla ni de pedirle un proceder más racional: es solo la impresión de que la protagonista se nos va tornando fría, necia, ajena, para comprobar hacia el final que se trata de un personaje débilmente construido, una heroína con un pasado cómodo, con una identidad tan obturada que ni siquiera logra conquistarnos con el precipitado amor fou de su presente. No le echemos toda la culpa al marido.

1 comentario:

Susana Summa dijo...

Vi ayer Partir en medio de una platea ampliamente femenina del Atlas Santa Fe. KST es elegante, naturalmente bella. SL con mirada pícara, usando tus palabras “emana las fragancias de la fantasía” coincido.
Una historia de amor loco que inicia con el sonido de un disparo inicialdo con la certeza de una muerte, me gustó el inicio. También los primeros minutos del encuentro, la colaboración en el desarme del desván, las miradas cómplices de ambos. El marido aportando dinero, cierto menosprecio hacia el albañil, hacia la mujer que puede esperar un poco mas hasta tener su consultorio y la gran llave de la historia la especulación económica, ese poder del dinero que hará que ellos se encuentren a solas opera como detonante de la historia. La desesperación de Iván para llegar a ver a su hija y la revelación de su pasado, hasta ahí lo mejor del film para mi gusto. Gracias por tu comentario, posterior a mi paso por el cine, que amplia la visión que tuve del film.