domingo, 9 de mayo de 2010

Visita frustrada a la Feria

El viernes por la tarde fui al predio de la Rural con la intención de visitar la Feria del Libro. La fila para ingresar que se extendía bordeando la avenida Santa Fe era larguísima, eterna y ancha, porque ni siquiera era una hilera en la que una persona formaba detrás de otra, sino que eran grupitos amontonados. No llegué a divisar dónde terminaba esa cola, y había otras colas similares en otros lados. Y pensar que luego esa increíble masa debe distribuirse entre los pasillos y las mesitas de los stands, todos amuchados como en un camión jaula, cuando lo que uno quiere es tan solo recorrer y mirar libros, quizás con la esperanza de dar con ese ejemplar que creíamos agotado para siempre. Desistí, no entré y regresé a casa preguntándome cómo es posible este fenómeno. ¿Cómo lo logran? En la revista Ñ de ayer encontré este interesante análisis.

Una batalla por el control del sentido

Por Luis Diego Fernández *

La pregunta la formularía el filósofo Immanuel Kant de la siguiente forma: ¿cuál es la condición de posibilidad para que exista la Feria del Libro? La Feria del Libro resulta una cartografía extraña por la siguiente cuestión: las editoriales venden pero no ganan dinero, los lectores asistentes en su mayoría son "no lectores", es decir, no suelen ser clientes usuales de librerías, los autores firman, presentan y se exhiben en público –aunque en general gran parte de ellos son fóbicos sociales–, los libreros se quejan porque es el único momento en el año en el que las editoriales venden de forma directa, por ende, ejercen cierta competencia con ellos. Es decir: todo parece pasar por un potente conflicto de identidad de sus agentes: nadie hace lo que sabe. ¿Cuál es el sentido de todo esto? ¿Por qué la Feria del Libro es, básicamente, una suerte de tómbola o muchedumbre sistemática que año tras año repite un ritual cuyo centro parece vacío? ¿Si el sentido no es económico, cual es la finalidad, entonces? ¿Quiénes ganan? Bueno, el ente organizador gana y también los constructores de los stands. Poco más.

Uno podría ver al predio de La Rural como un campo de batalla por el sentido. Un campo de fuerzas en pugna, más simbólicas que efectivas, más icónicas que evidentes. La Feria del Libro es, básicamente, un inmenso dispositivo que se implanta año tras año. Es algo que sucede, es un factum. Punto. Desactivar ese dispositivo no parece, de momento, una opción viable. ¿Qué es un dipositivo? Siguiendo a Michel Foucault podemos decir que esencialmente se trata de una estrategia que interrelaciona individuos con elementos, con discursos, con objetos, con prácticas –y en el caso de la feria, con lemas que cambian año a año, con comida, con bebida. Es una red que relaciona diferentes actores con una finalidad determinada. Es una máquina, una suerte de ovillo que entrecruza, en el fondo, poderes. El "dispositivo feria" pone en relación editoriales –de todos los tamaños–, autores, lectores, editores, libreros, constructores, proveedores... El "dispositivo feria" funciona como una máquina que produce reacciones y conductas, altercados y conflictos, ventas y compras, entradas y salidas. (…)

Muchas veces se escucha: "hay que ir a la feria". Ese "hay" es como un imperativo categórico que adviene, precisamente, de lo que ese dispositivo genera en sus actores. Poco importa quién lo pronuncia o las razones tras de sí, pero el "hay" ocurre y todo se moviliza.

El "dispositivo feria" podría ser profanado. Solución interesante que aparece en el pensamiento de Giorgio Agamben. El concepto de profanación se define por lo siguiente: "restituir al uso común de los hombres". Ahora bien, ¿en el caso de la feria, qué debería ser restituido? ¿Nuestro acceso a los libros? Es posible. Pero también es altamente probable que a esta altura el "dispositivo feria" sea improfanable. No es casual que el stand de mayor convocatoria haya sido durante años el de Fernet Branca y ello es por una razón: no venden libros ahí, regalan bebidas.


* Artículo publicado en la Revista Ñ (08/05/10). Ir al texto completo.

6 comentarios:

Lochis dijo...

Qué raro. Sos la segunda que escucho decir que había mucha cola el viernes. Yo fui a filmar el viernes y pasé rapidísimo. El lío fue el sábado, pero también avanzaba rápido y estaban todos formados. Nada de grupitos...

=S

Besos

Caro dijo...

Lochis,

En el panorama que me tocó ver el viernes, por supuesto, la cola avanzaba, pero realmente no terminaba nunca. Me desanimé al pensar que luego sería complicado disfrutar del recorrido.

Pero más allá de esto, que si se quiere es impaciencia personal, me interesaba postear el artículo de Fernández para pensar la feria como un "dispositivo" en la idea de Foucault. Lo que debería ser el objetivo de la feria, el acceso al libro, se hace muy difícil, pero no solo porque se venden otras cosas sino porque a uno mismo le cuesta hacer contacto con el libro cuando está más concentrado en pedir permiso, esforzarse por llegar a una mesita, esperar a que alguien se vaya del stand para calzar en ese espacio y recién ahí ponerse a mirar, etc.

Si uno pudiera traducir todo el éxito en un público lector GENUINO, entonces estaríamos ante un cuadro sublime. Pero sabemos que no. Que se trata de otro dispositivo de consumo, cada año más aceitado. Esta eficacia es lo que me sorprende.

Saludos y gracias por pasar.

martin dijo...

a mi me paso lo mismo el sabado... una cola más larga que la cola del diablo, eterna, inexpugnable. estuve una hora sentado, enfrente, pensando. jamás la vi finalizar. ¿habrá sido el Ouroboros?

terminé comprando libros en los puestos de usados de plaza italia (conseguí una primera edición en castellano de Las Ciudades Invisibles).

Caro dijo...

Buen negocio, Martín. Creo que ahora mismo me voy a escapar al Parque Rivadavia para quitarme las ganas.
Saludos.

Marcelo de berazategui dijo...

Caro tanto tiempo, sin visitar tu blogs y sin que hagas esos ciclos para ver cine que acostumbrabas hacer que tanto bien nos hacia.
Vi que leiste El timote, y cierto que José es muy bueno para recrear imajenes que no vivimos, pero que están en nuestra historia reciente.
Es verdad a la feria del libro no se puede ir, yo soy un visitante asiduo de librerias, y por lo general cuando busco un libro es por recomendacion o por la sugenrencia de Radar, que sale en pagina12 los domingos.
Hace años que no voy a la feria porque el tumulto y el metodo de venta rápida (parece Mac donald) no es lo que a mí me interesa.

Bueno Caro un beso y espero pronto el nuevo ciclo de cine del Bicentenario.

Caro dijo...

Marcelo,

¿Cómo estás? ¡Qué bueno es tener noticias tuyas! Gracias por acordarte de los ciclos de cine. Espero retomarlos pronto.

Un gran abrazo para tu familia.