miércoles, 18 de noviembre de 2009

Apuntes de Mar del Plata 2009 (Parte 1)

No voy a hacer un balance del festival ya que apenas vi una pequeña porción de películas. Lo que me importa es enunciar un deseo: que el festival siga. Sin estrellas ni pompas, este festival austerito me cae muy bien así como está. El cambio de fecha a noviembre parece confirmar otra vez que en esta época el público no va a perder el tiempo (en esta edición noté que muy pocas personas abandonaban las salas, aun en las películas más arduas). El actual es un espectador maduro, que disfruta del cine en el cine porque, claro, las entradas son accesibles. Este público selectivo es numeroso y entonces -¡oh!- en las funciones centrales las salas desbordan (¿cuándo les caerá la ficha a los exhibidores de Buenos Aires?).

En fin… mejor vayamos a las películas.

Formas de la evocación

Irène (Francia, 2009). Dirección: Alain Cavalier. Sección: Panorama
A room and a half (Rusia, 2009). Dirección: Andrey Khrzhanovsky. Sección: Competencia internacional.


Pasaron más de treinta años desde que Irène falleció. Quien fuera su marido, Alain Cavalier, rueda una película sobre ella. El director toma su cámara digital y emparcha con imágenes los volátiles recuerdos, en un film que propone un ritual demasiado subjetivo, táctil, casi promiscuo. Como leer un diario íntimo que quedó olvidado en un cajón, ese diario que escribimos cuando queríamos ser felices, sin saber que ya lo éramos, o al menos no teníamos tantas apatías. Leerse a uno mismo sin comprender la propia letra. Cavalier filma una y otra vez las páginas de viejos cuadernos, las palabras tachadas, esas que esconden lo fallido. Por eso no puedo hablar más que desde mí, aquí y ahora, con este monólogo desordenado, porque la película me envolvió y sigo hasta este instante pensando en Irène, arrobada por su enigma, hermoso rompecabezas al que le faltan ciertas piezas. Piezas que nadie tiene, quizás ni siquiera ella. Pero la cámara las busca con obstinación, con dulce violencia, acercándose a los objetos como si quisiera triturarlos hasta volverlos ceniza. Un edredón, una lámpara, una ventana, un rayo de luz, algún animal. En ellos se apoya la cámara, persistiendo en vano. Porque un fantasma no tiene contornos. No se podrá encuadrar jamás. No hay testimonios de otros, sólo la susurrante letanía del director, una voz que tanto puede alcanzar honduras metafísicas como deslizarse hacia el caos confesional propio de una borrachera melancólica. Y las fotografías -documentos que podrían darle cuerpo a la mujer- se hacen esperar. Cuando finalmente vemos una foto de su rostro, Irène es tan perfecta que resulta irreal. Ella partió una tarde en su auto y nunca volvió. Dicen que fue un accidente. Dicen que un homenaje no debería avanzar sobre la oscuridad del personaje retratado. El director no hace caso y hacia el final recuerda que su esposa era una persona triste, depresiva, lejana, recubriendo todo el film con una perturbadora ambigüedad. Si Irène ya era inaprensible en vida, ¿cómo pretender comprenderla en la muerte? ¿Por qué volverla cine? Cavalier sigue el consejo de Bresson: “Escarba en el mismo lugar. No te escurras fuera. Doble, triple fondo de las cosas…”. Irène es una pequeña gema para entregarse al extrañamiento.


Pasemos a las memorias del poeta Joseph Brodsky, protagonista de A room and a half. El film abre con una habitación descascarada que parece calcada de El espejo, como si el realizador Andrey Khrzhanovsky quisiera blanquear desde el inicio que su necesidad es idéntica a la de Tarkovski: apresar esa nube llamada Rusia, la cuna adorada a la que no se puede volver. Brodsky nació en San Petersburgo en 1940, como intelectual se opuso al estalinismo y se exilió en Estados Unidos desde 1972 (donde murió, en 1996). Entre la nostalgia y la ironía, el relato reconstruye su vida haciendo foco en sus padres, la infancia y las primeras rebeldías, con la curiosa intervención de fragmentos animados que colorean los recuerdos con un perfume infantil (Khrzhanovsky es un nombre importante dentro del cine de animación).

El crítico Horacio Bernades en Página/12 describió con ingenio a esta película como una “Amélie rusa”, dado que los moños surrealistas y otras licencias parecerían torcer aleatoriamente el eje dramático del film. En efecto, no se trata de una obra redonda y su ambición termina por dispersar el relato en varios momentos, pero creo que la clave reside en el retrato político del personaje. “Nuestra generación es la última que se interesó en los valores culturales”, dice el poeta cuando rememora la bohemia de los ’60, década en la que fue acusado de “parasitismo social” y obligado a cumplir trabajos forzosos. Lejos de todo egoísmo, Brodsky abogó por el individualismo como único camino para recuperar la subjetividad, para que el hombre eligiera su estilo de vida sin pensar como burócrata. Lástima: no es el artista quien cambia la Historia, sino la economía. Cuando el Brodsky imaginado por el film recorre la Rusia actual y "democrática", se siente contrariado al observar compatriotas que sólo se dedican a consumir y hablar por celular. Y lo miran raro. Cayó el Muro, es cierto. Muchos festejan que ya no haya más fronteras, opresión y otros etcéteras. Pero queda claro que la supuesta “libertad” del capitalismo desatado no es precisamente la que Brodsky había soñado. Como decía Marx, aún estamos en la prehistoria de la humanidad. No sé qué sería de nosotros si no tuviéramos la voz de los poetas.


Y no importa que un vacío empiece a abrirse
de entre tus sentires, que tras la gris tristeza
crepite el miedo y, digamos, un foso de furor.
Porque en la era atómica, cuando tiembla hasta la roca,
podremos sólo salvar los muros del hogar,
los corazones, fundiéndolos con fuerza igual
y nexo semejante a la muerte que los viene a acechar.
Y temblarás al escuchar decir: «Querido».

Joseph Brodsky (1964)


Hay más películas para comentar. Los espero.

5 comentarios:

razondelgusto dijo...

Reverbera la poesía en tus reseñas, Carolina. Me da mucho gusto leerte.
Un beso.

Andrea dijo...

Cuando lei..."Como leer un diario íntimo que quedó olvidado en un cajón, ese diario que escribimos cuando queríamos ser felices, sin saber que ya lo éramos...", mire a mi alrededor y sólo vi compañeros de trabajo hombres y dando por hecho que no lo iban a entender, llame a una amiga y se lo lei...
Tenes esas miradas de la vida y de lo que nos pasa que siempre busco leerte, Caro.
Saludos!

Caro dijo...

Gracias por los mimos. :-)

Unknown dijo...

Gracias por tus comentarios inteligentes, sensibles y a esa manera de mirar la vida y el cine.

Andrés dijo...

A mí Irène me pareció una película abrumadora, por momentos insondable. Pero comentarios como éste ayudan a ingresar en el mundo de Cavalier para mirarlo -y pensarlo- desde otra perspectiva.

Muy buen post, Caro.

Saludos