miércoles, 18 de marzo de 2009

El azar y la casualidad

"El fracaso no es importante. Lo que requiere coraje es ponerse en ridículo". (Charles Chaplin)

Hace un tiempo chateaba con un amigo. No recuerdo cómo surgió el diálogo, pero empezamos a mencionar poetas que nos gustan y él señaló a e.e.cummings como uno de sus preferidos. Entonces yo recordé esa secuencia de Hannah y sus hermanas en la que Elliot (un inmejorable Michael Caine) le regala un libro de e.e.cummings a Lee (Barbara Hershey). Lo bello de la escena es cómo los personajes llegan a esa situación, más aún para quienes alguna vez nos atrevimos a protagonizar un episodio similar. Porque de eso se trata: de atreverse.

Le pregunté a mi amigo si la recordaba y asintió, pero aclaró que la escena no le "cerraba" y me interpeló: “¿No te parece poco creíble lo que hace Michael Caine?” La tristeza fue enorme, como si entre él y yo se hubiera abierto un abismo al comprobar que tenemos formas tan diferentes de sentir (el amor, al menos). Lo quiero mucho a mi amigo, pero tuve que decirle que si un hombre de 40 años no puede comprender la motivación de Elliot es porque jamás estuvo enamorado. Ni por asomo.

Elliot simplemente provoca un encuentro que pasa por casual cuando en realidad fue buscado, anhelado, fantaseado. Elliot se expone al papelón, pero con Lee está metido hasta las manos y no le importa nada. Es esa fracción de segundo en donde el deseo es más fuerte que toda timidez, razón o compostura. Lo que se dice: tirarse a la pileta.

Ya no lo hacemos. Ya no practicamos las delicias del ridículo, aun cuando intuimos que es el único camino que hoy podría llevarnos al paraíso. El miedo al rechazo pesa demasiado. Y así se nos pasó la tarde… esperando un milagro.

La maravillosa secuencia creada por Woody Allen se puede ver en
YouTube.


A continuación, el poema que disparó todo lo anterior:


en algún lugar a donde nunca he ido, gozosamente más allá
de toda experiencia, tus ojos tienen su silencio:
en tu gesto más delicado hay cosas que me rodean,
o que no puedo tocar porque están demasiado cerca

tu mirada más leve me abrirá sin esfuerzo
aunque me haya cerrado como unos dedos,
tu siempre me abres pétalo a pétalo como abre la Primavera
(tocando hábil, misteriosamente) su primera rosa

o si tu deseo fuera cerrarme, yo y mi vida
nos cerraremos muy delicadamente, de repente,
como cuando el corazón de esta flor imagina
la nieve cayendo cuidadosamente por todas partes;

nada de lo que podamos percibir en este mundo iguala
el poder de tu inmensa fragilidad: su textura
me domina con el color de sus países,
produciendo muerte y eternidad a cada latido

(no sé qué hay en ti que se cierra
y se abre; pero algo en mi comprende
que la voz de tus ojos es más profunda que todas las rosas)
nadie, ni siquiera la lluvia, tiene unas manos tan pequeñas

e.e. cummings

4 comentarios:

Hernán dijo...

Quizás la mejor película de Woody Allen, ¿no?

Toda la secuencia es sencillamente genial, y retrata muy bien ese punto culminante donde el enamorado decide, como decís, dejar de lado el pensamiento obsesivo y pasar al acto con lo que tiene a mano, que para otros puede ser insignificante y absurdo, pero para él es el mundo.

Quizás lo increíble a lo que se refería tu amigo sea el final de toda la secuencia (sin el cual no alcanzaría jamás el vuelo poético que tiene). Ahí es donde Woody Allen entra en el juego para poner las cosas en su lugar (gracias al cine, claro); la elipsis repentina, el sutil montaje paralelo entre los dos y un mismo sentimiento que los une: el poema. La mano de Woody nos muestra que están en espacios diferentes pero nos hace creer, además, que sus acciones sos simultáneas, que mientras ella lee el poema él sabe (siente) que ella está leyendo el poema. Su escena en la calle funcionó, y ahora están más juntos que nunca.

Es como el clásico recurso de Griffith pero al revés, comienzan juntos pero separados y terminan unidos en el montaje. El rescate final es de Woody Allen.

Caro dijo...

Coincidimos, Hernán. "Hannah" es el mejor Woody. Recuerdo cuando la vi por primera vez, en la adolescencia, y aún siento escalofríos, porque fue uno de esos momentos epifánicos en donde confirmé que ya no podría vivir sin el cine.

Gracias por pasar y gracias por Plano Cenital, que es un sitio estupendo.

Luciano dijo...

Leí el otro día tu post en el blog y me dije "tengo que verla de nuevo". Hacía tiempo no la veía. La primera vez me había encantado y ayer la ví de nuevo. Y me gustó mucho más todavía!

Hay algo que me parece único en esta película y es el hecho de que Allen tiene un gran cariño por sus personajes y lo demuestra en todo momento. Capaz en ninguna de sus otras películas manifiesta esto. Los personajes más conflictuados, como Holly o Elliot, resultan queribles y se entiende su naturaleza y las acciones que estos toman.

Pero lo que más me llamó la atención es que todo el film en general es real. Suceden cosas reales en todo momento. Desde Elliot persiguiendo a Lee y lanzandose tras su sueño sabiendo que se podría arruinar todo, es algo que el ser humano, en algún momento de su vida, lo hace. O las indecisiones de Holly quien no sabe que rumbo tomar en su vida. O los problemas existencialistas del personaje de Woody. Es todo real, son situaciones comunes y corrientes plasmadas en una ficción.

Y Woody en su escena final, con todos en la fiesta, nos dice de alguna manera de que el amor es lo que nos puede rescatar de todos los males de este mundo.

Un beso!
Saludos!

Caro dijo...

Luciano,
Tal como lo señalás, creo que en "Hannah" Allen logró combinar lo mejor de su mundo (lenguaje fílmico, obsesiones, intuiciones) con una enorme calidez. Por eso es tan gratificante esta película.

Un beso para vos y gracias!