miércoles, 9 de enero de 2008

Hace 100 años...

...un 9 de enero de 1908, en París, nacía la extraordinaria Simone de Beauvoir. (La perdimos un 14 de abril de 1986).

Los que siguen son fragmentos de su libro autobiográfico Memorias de una joven formal.

* Cada vez necesitaba, si no sobrepasarme, al menos igualarme a mí misma: la partida se jugaba siempre de nuevo; perder me hubiera consternado, la victoria me exaltaba. Mi año estaba equilibrado por esos momentos deslumbrantes: cada día conducía a algún lado. Compadecía a las personas mayores, cuyas semanas iguales estaban apenas coloreadas por los domingos insulsos. Vivir sin esperar nada me parecía atroz.

* Me decía a veces con orgullo que estaba loca: no es muy grande la distancia entre la soledad tenaz y la locura. Me sobraban razones para extraviarme.

* No descubrí la negra magia de las palabras hasta que me mordieron en el corazón.

* A mis padres, a mi hermana, los quería: esa palabra lo cubría todo. Los matices de mis sentimientos, sus fluctuaciones no tenían derecho a existir. Zaza era mi mejor amiga , no había nada más que decir. En un corazón bien ordenado, la amistad ocupa un lugar honorable, pero no tiene ni el brillo del misterioso amor ni la dignidad sagrada de las ternuras filiales. Yo no ponía en tela de juicio esa jerarquía. (…) Era tan radical mi ignorancia de las verdaderas aventuras del corazón que no había pensado en decirme: sufro por su ausencia. Necesitaba su presencia para comprender la necesidad que tenía de ella. Fue una evidencia fulgurante. Bruscamente convenciones, clisés, rutinas, volaron hechos añicos y me sentí sumergida en una emoción que no estaba prevista en ningún código. Me dejé levantar por esa alegría que me inundaba violenta y fresca como el agua de las vertientes, desnuda como un hermoso granito. Poco días más tarde llegué al colegio antes de hora y miré con una especie de estupor el asiento de Zaza: ¿si no se sentara nunca más en él, si muriese…qué sería de mí? (…) No pretendía que Zaza tuviera por mí un sentimiento tan definitivo, me bastaba ser su compañera preferida. La admiración que sentía por ella no me disminuía a mis propios ojos. El amor no es la envidia. No concebía nada mejor en el mundo que ser yo misma y querer a Zaza.

* La carrera, la causa, eran algo abstracto. Era absurdo y criminal preferirlas a la felicidad, a la vida. Sin duda, mi amistad con Zaza era lo que me hacía conferirle tanto precio a la unión de dos seres; descubriendo juntos el mundo y ofreciéndoselo el uno al otro, tomaban posesión de él, pensaba, en forma privilegiada; al mismo tiempo, cada uno encontraba la razón definitiva de su existencia en la necesidad que el otro tenía de él.

* Yo estaba tan cansada de llorar, que me autoricé a tejer sueños.

* De nuevo el porvenir era hoy. Y todas las promesas deberían cumplirse sin demora. Había que servir: ¿para qué?, ¿para quién? Yo había leído mucho, reflexionado, aprendido; estaba dispuesta, me había enriquecido, me decía a mí misma... y nadie reclamaba nada de mí. La vida me había parecido tan llena que para responder a sus llamadas infinitas había intentado, fanáticamente, utilizar toda mi persona: pero estaba vacía. Ninguna voz me solicitaba. Me sentía con fuerzas para levantar el mundo: no encontraba el menor guijarro. Mi desilusión fue brutal: "¡Soy mucho más de lo que puedo hacer!". No bastaba haber renunciado a la gloria, a la dicha; ya ni siquiera pedía que mi existencia fuera fecunda, ya no pedía más; aprendí con dolor la "esterilidad del ser".

* Entonces me sentía radicalmente separada de los demás; miraba en el espejo a aquella que sus ojos veían; ¿dónde encontrarme? Me perdía. "Vivir es mentir", me decía abrumada; en principio no tenía nada contra la mentira; pero en la práctica era extenuador fabricarse máscaras sin cesar. A veces pensé que iban a faltarme fuerzas y que me resignaría a ser como los demás.

* ¡Es necesario que mi vida sirva! ¡Es necesario que en mi vida todo sirva! Una evidencia me petrificaba; me esperaban tareas infinitas, era enteramente exigida; si me permitía el menor derroche traicionaba mi misión y perjudicaba a la humanidad.

* Pronto descubrí que si el mundo al que me invitaban mis nuevos amigos me parecía rudo, era porque no disfrazaban nada; después de todo sólo me pedían que me atreviera a lo que siempre había querido: mirar la realidad de frente. No necesité mucho tiempo para decidirme.

2 comentarios:

Cecilia Díaz dijo...

Buena selección de fragmentos. Recomiendo la última edición del suplemento Radar dedicada a Simone de Beauvoir (http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-4357-2008-01-06.html#inicio).
... y un documental de la televisión francesa que recopila entrevistas a ella y a Sartre.

Es gratificante escuchar y leer ideas tan claras.

Por más posteos referentes a ella!

SAludos, q estes bien!

Cecilia Díaz dijo...

olvide que el documental lo pasaron por canal encuentro.
(eso pasa por tipear rápido :))